Saturday, February 26, 2011

Erase una vez un hombre pegado a un celular...

Una de las cosas que más me conmueve es verte caminando solo, por la calle, con el celular pegado a la oreja. Eso de caminando, es un decir, porque el sentimiento es el mismo si tienes el celular pegado a la oreja mientras estás sentado o parado. ¿Por qué me conmueve? Es que jamás había visto a la soledad caminar tan sola, con tanta frecuencia. Tú, con el celular pegado a la oreja eres la soledad en plena negación. ¿No es acaso patético hacerme creer, con ademanes, gestos y palabras incluidos, que no estás solo? ¿Desde cuándo el celular es sinónimo de compañía? ¿Desde cuándo el celular mata la soledad? ¿Desde cuándo el celular te da status? La compasión cede paso a la indignación, a la rabia cuando te pegas al celular mientras yo camino solo a tu lado. ¿Por qué diantre permito que me faltes el respeto de esa manera? ¿Por qué diantre no te arrebato el celular, y lo estrello contra el piso? ¿Por qué no me doy mi lugar? ¿Por qué diantre no te mando a rodar? Pero sucede que me avergüenza tener que pedirte que notes mi existencia, me avergüenza tener que disputar un lugar en tu vida con un celular: ¡qué patético! Pero bueno, no me molesta que tengas celular y con él la posibilidad de poder comunicarte con tus amigos, lo que me molesta es que no recuerdes o no te des cuenta que la presencia de tu celular no te da derecho a postergarme, a hacerme caminar a tu lado solo como un bolso o un llavero. ¿Por qué has de priorizar al que está lejos y no a mí, que camina a tu lado? No lo mal entiendas, no digo/pido que no hables con los demás, sólo digo/pido que no debes postergarme, sólo te digo/pido que no me hagas caminar como un zonzo a tu lado. Eso me jode la existencia. Eso hace que odie a tu celular. Contesta, habla si quieres, pero jamás te olvides de que existo, de que camino a tu lado. ¿Qué crees que siento cuando camino a tu lado oyendo, obligado por las circunstancias, tu improvisada y cotidiana conversación, de la cual, obviamente, no formo parte? ¿No bastando con que me ignores, tengo que escuchar tus trivialidades, tus temas comunes? No te pases, quizá te perdonaría si tu conversación al menos tuviera rango de emergencia, de inusual, de rara, en suma, de impostergable. ¿Acaso crees que por estar conectado vía celular perteneces a un club cuyo privilegio consiste en postergarme? Estoy harto de caminar junto a ti, sin ti. Estoy harto de ser tu bolso, tu llavero, tu zapato. Y creo que en vez de caminar junto a ti voy a largarme lejos, y desde ahí, mientras veo la tele, mientras defeco sentado en el wáter, mientras me saco los mocos tirado bocarriba en la cama, voy a timbrarte; no sólo tengo la certeza de que captaré tu atención, sino que apreciaré más tu amistad y me llevaré de maravillas con tu celular. ¿Si ganaría tanto con largarme, porqué no lo hago? Quizá porque mi decisión, en el fondo, no soluciona el problema de a raíz; si bien es cierto yo dejaría de ser postergado, otro vendría a ocupar mi lugar. Y eso, no se lo deseo a nadie. Increíblemente, tú y tu celular sólo habrán cambiado de postergado. De ahí que lo justo sería que entiendas que camino a tu lado porque te estimo, y que por lo tanto merezco un poco de consideración. Urjo una disculpa de tu parte, urjo que me devuelvas mi lugar. Exijo un mejor lugar que tu llavero, exijo un mejor lugar que tu querido celular. ¿Es acaso mucho pedirte? Sólo espero tener un día el valor de decirte lo idiota que me siento caminar a tu lado; sólo espero tener un día el valor de decirte lo idiota que eres por no darte cuenta que me maltratas; sólo espero tener un día el valor de arrebatarte el celular y estrellarlo contra el piso, o quizá contra tu dura cabeza. Solo sé que si un día te enteras de esto, todo lo achacarás a mi complejo de inferioridad. Esa será tu excusa perfecta (y barata) para no torcer tu brazo, para no devolverme mi lugar. Entonces no me quedará más que caminar resignado a tu lado como un llavero o largarme bien lejos para olvidarte, o largarme bien lejos para al fin hablar contigo por celular, largo y tendido. No sabes las ganas que tengo de mandarte a la mierda. No sabes el hígado que soy mientras me postergas. No sabes las veces que me repregunto: ¿por qué carajo permito esto? No sabes lo horrible que me siento de saber que no basta con indignarme; pero ahí persisto, en aras de no ser un acomplejado, aunque sin dignidad, y de que no ser acusado de odiar a tu celular. Te pregunto por millonésima vez, en son de víctima: ¿quién merece más consideración, yo que he movido mi esqueleto entero para caminar a tu lado, o tu amigo que no ha movido un solo hueso por hacer lo mismo? ¿Crees que eres la envidia de todos porque hablas por celular?: Te da status, ¿no? ¿Crees que te ves lindo cuando finges hablar con alguien cuando en realidad no hay nadie al otro lado de la línea?: sólo por no hacerte sentir mal, te sigo la corriente; aunque a veces me dan ganas de confesártelo. ¿Crees que es bacán que finjas que hablas con alguien muy importante?: ridículo, arribista. Recuerdo aquel amigo que jactábase de tener amigos en el congreso de la república. Cómo inflaba el pecho, hasta que le espeté en la cara los robaluz, los come pollos, los lava pies, los mata perro, etc. que integran el prestigioso congreso de la república. Si yo tuviera un amigo en el congreso o lo callaría o lo confesaría con consternación y vergüenza. ¿Crees que te ves lindo haciendo muecas, ademanes, lanzado risas o gritos al aire a vista y paciencia de medio mundo?: si pudieras filmarte, y luego verte, sentadito en tu mueble, te darías cuenta que el chavo del ocho te queda chiquito. ¿Crees que te ves lindo pasando el celular de la oreja a la boca y viceversa?: idiota, doblemente idiota. Una, por hacer aquel patético movimiento; y dos, por suponer que el fabricante de celulares es tan idiota como (tú) para crear un celular cada vez más y más diminuto que no capta la voz si no hicieras aquellos movimientos tontos. ¿Qué lo haces por monería, por sacar cachita? Bueno, eso se llama idiotez camuflada, simplemente. ¿Crees que es divertido llamar y llamar a tus amigos que figuran en tu directorio?: recuerdo que cierto amigo el día de su cumpleaños en vista de que nadie llamaba a saludarlo, él los llamaba uno a uno para decirles más o menos lo siguiente: hola, te llamo para que me saludes; te recuerdo que hoy es mi cumpleaños. ¿Crees que es inteligente tener un celular carísimo que tiene de todo, pero que sólo lo usas para hacer lo que harías perfectamente con un celular de S/. 69, por ejemplo?: no eres más que un filántropo convicto y confeso de las grandes compañías de teléfonos. Recuerdo a cierto amigo mostrándome su reloj que le había costado miles de soles porque dizque el reloj podía estar a 20 o 30 metros bajo la superficie del agua sin malograrse. Lejos de felicitarlo, o mostrarme admirado, como él seguramente esperaba, no se me ocurrió mejor idea, sin ánimo de ser aguafiestas, que preguntarle: ¿y cuándo carajo vas a estar a 30 metros bajo el agua? Supongo que SENAMI ha pronosticado un diluvio, o algo por el estilo. ¿Crees que es inteligente hablar por celular mientras manejas tu carro, tu mototaxi, tu bicicleta?: eres el chofer favorito, y por tanto acaloradamente aplaudido por las funerarias, por los talleres mecánicos, por las clínicas, por los hospitales. ¿Crees que es justo que tu celular timbre a cada rato mientras dictas clase?: hum, pésimo docente, aparte de conchudo; lo más seguro es que has prohibido el uso de celular a tus sufridos estudiantes. ¿Crees que es justo hablar por celular mientras tus estudiantes exponen?: ofensivo; yo de tu alumno, suavecito nomás me instalo de nuevo en a mi sitio. ¿Crees que es divertido viajar contigo teniéndote como compañero de asiento?: desastroso; sumaría a mi equipaje de mano un par de tampones; aunque pensándolo bien, lo más justo sería llevar cinta de embalaje para taparte el hocico. ¿Crees que es bonito ver que tu enamorada, por ejemplo, te llama cada dos minutos con achaques de amor?: simplemente saco, saquísimo, pisao; tu celular opera como un preciso dispositivo de sumisión y control, simboliza el ocaso de tu libertad; no te resistas, que pronto tu libertad será ultimada por la complicidad del inefable GPS. ¿Crees que…? Primero soy yo, después tu celular, ¿me entiendes? No, no entiendes, sino ¿por qué diantre mientras hago mi cola en el banco, por ejemplo, esperando mi turno, y tu teléfono timbra, automáticamente me postergas? Mientras sigo parado ahí, frente a tu escritorio, esperando mi turno, soy testigo privilegiado de cómo el cliente al teléfono, en absoluta complicidad contigo, usurpa telefónicamente y descaradamente mi lugar en la cola. ¿Por qué el cliente al teléfono, quien no ha movido su esqueleto hasta el banco y ni siquiera ha hecho la (aburrida) cola, etc. es atendido antes que yo? ¿Es justo? No, no es justo; pero no tengo el valor de alzar mi voz de protesta. Mi silencio avala un acuerdo tácito y oculto: un tipo con teléfono es más importante que uno sin teléfono. Quisiera que sepas que no dudo de la importancia del celular, soy consciente de que ha permitido que te conectes con los que están ausentes, ha permitido que tu mundo se achique. Pero claro, a costas de alejarte de mí. Tu celular no debería servir para que me lastimes, no debería, pero lo hace. Aunque en realidad no es tu celular quien me lastima sino tú, con el lugar equívoco que le has prodigado. ¿Sabes?, lo que más me asusta de tu celular es ver cómo priorizas a los seres lejanos y ausentes en desmedro de los presentes y cercanos. No permitas, por favor, que el celular nos aleje más; que por lo menos nos deje como estábamos antes de que se instalara en tu oreja. Me avergüenza, pero te confieso, a veces ruego que los científicos de una vez por todas confirmen que el uso prolongado de celular causa cáncer cerebral para que de una vez por todas abandones tu celular y volteas tu atención hacia mí; pero no será así: ¿acaso la certeza científica de que el cigarrillo, por ejemplo, causa cáncer, ha convencido a los fumadores que dejen de fumar?; pero no será así, el celular seguirá de vez en cuando causando enajenamiento, soledad, postergación, enfriando el corazón, nublando el pensamiento; pero no será así, ya no hay vuelta atrás. El celular, o la idiotez en movimiento. El celular, adminículo que no sólo acerca a los que están lejos, sino que de vez en cuando aleja a los que están cerca. Adiós, adiós, otro día prosigo con mi perorata; mi amigo ha terminado de hablar por celular, justo al pie del semáforo; ha volteado toda su humanidad hacia mí. Advierto que es de noche, y que mi amigo es inmensamente feliz. Por mi costado pasan muchos seres con la oreja pegada al celular; mientras muchos otros, como yo, no hacen sino soportar su indignante rol de llavero, estoicamente. A lo lejos retumba la bocina del tren.