Thursday, February 14, 2013

Pablo Edmundo Céspedes Nureña

“El referente literario más antiguo que tiene Guadalupe es Pablo Edmundo Céspedes Nureña (Guadalupe, 1876 − 1948). Esto convierte a Pablo Céspedes, por justicia histórica, en el patriarca de la literatura guadalupana; aunque por cuestiones dialécticas es muy probable que exista alguien que lo precedió en el oficio pero que lamentablemente su obra no se conservó y/o publicó. La obra, después de todo es el único producto-evidencia del quehacer literario, y es lo que finalmente cuenta a la hora de hacer un balance literario, a la hora de reconstruir el proceso literario de un determinado espacio geográfico.” (Cuatro más, Robert Jara, 2012)

Cuadro heroico

Es un cuadro edificante
donde palpita el recuerdo
de mi sonriente infancia
mezclado al dolor acerbo;
que suscita en mi memoria
aquel episodio homérico,
en el que el trágico heroísmo
de tres viriles obreros,
ante el plomo de Araucanía
con estoica fe cayeron,
como caen los valientes
con el rostro erguido al cielo.

Son Fernando y Justo Albújar
hijos natos de mi suelo
que, con Guarniz resignados
la misma pena sufrieron,
símbolo de honor preciado
que ha de conservarse ileso
haciendo sobre su tumba
donde reposan sus restos
la promesa decidida
de formar un haz compacto
en aras de un solo anhelo:
la grandeza de ésta tierra
que dio esos temples de acero!


Apoteosis

A  la memoria del fusilamiento de los
hermanos Fernando y Justo Albújar y
Manuel Guarniz, el 28 de octubre de
1880, en la ciudad de Guadalupe.


Es una fría mañana,
densa niebla al cielo cubre,
mañana del mes de octubre
silenciosa, funeral;
y una villa antes galana
como una virgen doliente
dobla la prístina frente
bajo un designio fatal.
Es Guadalupe, la amada
donde se meció mi cuna,
donde guardo una fortuna
en su ruinoso panteón;
que bajo cruz empolvada
de unos sepulcros helados
yacen huesos adorados
su fatal evolución.
Es la tierra hospitalaria
centro de paz y bonanza
donde el peregrino alcanza
siempre un asilo y un pan;
es la mansión solitaria
a cuyo recuerdo santo
tregua doy a mi quebranto
y dulcifico mi afán

¿Que tiene este noble suelo
en que otrora fue tan dichoso,
que así nublan su reposo
las sombras de la aflicción?
¿Porqué un hondo desvelo
sus pacíficos vecinos
se ven tristes y mohínos
como lóbrega prisión?

¡Ah! la guerra desastrosa
semillero de hondos males,
en nuestros patrios anales
negra página escribió;
y la Araucanía envidiosa
confirmando su ralea
a ruin, injusta pelea
artera nos provocó.

Cuatro años de dura guerra
en que el Perú valeroso
siempre noble y generoso
por sus derechos bregó;
que, con infamia que aterra
y furia de hambriento lobo,


a la matanza y al robo
Chile vil se dedicó.

En esta etapa de duelo,
en esta odisea cruenta,
Guadalupe nos presenta
un episodio de horror;
recuerdo que atroz desvelo
da al alma en sus desengaños
que al transcurso de los años
se aviva con más fulgor.

Son las diez de la mañana
todo en silencio perdura,
negro signo de pavura
pinta al fiel la situación;
y una facción miliciana
brotada del inmundo cieno
sale del cuartel chileno
y se encamina al panteón.

A sus diestra, resignados
ante este destino infausto
van a darse en holocausto
por su patria y por su honor;
dos seres ¡ay! desgraciados,
de un mismo seno nacidos
y que conformes y unidos
va a ultimar el invasor.

Es Fernando el laborioso
y Justo el adolescente,
digno, leal, inteligente
de bien puesto corazón;
y un compañero afectuoso,
Guarniz, de contraria suerte,
recibe la misma muerte,
llena la misma misión.

A la vez, en los hogares
de la Villa memorada,
un adiós de alma angustiada
se oye tierno percutir;
las damas lloran a mares,
los hombres sienten desvelo
y hasta el vivaz pequeñuelo
se escatima de reír.

Mientras el cuadro doliente
transcurre lúgubre y serio,
han llegado al Cementerio
las huestes del vil Caín;
y, con cinismo insolente
a la inocencia y pureza
abren su fúnebre huesa,
dan su postrimero fin.

Descansen en paz los restos
de esos nobles artesanos,
los buenos guadalupanos
siempre su tumba honrarán,
recordando esos funestos
días de tristeza y luto
que son perenne tributo
de la pobre humanidad.


De: Tributo (Robert Jara, 2008)

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Pablo Edmundo Céspedes Nureña (Guadalupe, 1876 - 1948).


Pionero del periodismo regional: funda periódicos de tinte  literario como también político, entre los que cabe destacar  El recreo del hogar, El obrero, y La unión. Sus primeros pasos periodísticos los dio en el semanario El Ferrocarril. Fue maestro de escuela. Primer escritor guadalupano del cual se tiene noticia. Su creación literaria ha sido reunida y publicada por primera vez, a 48 años de su muerte,  bajo el  titulo Cardos y  Malezas, por iniciativa de sus hijos. Aún resta reunir su obra dispersa en periódicos y revistas.