“El referente
literario más antiguo que tiene Guadalupe es Pablo Edmundo Céspedes Nureña (Guadalupe, 1876 − 1948). Esto convierte a Pablo Céspedes, por justicia
histórica, en el patriarca de la literatura guadalupana; aunque por cuestiones
dialécticas es muy probable que exista alguien que lo precedió en el oficio
pero que lamentablemente su obra no se conservó y/o publicó. La obra, después
de todo es el único producto-evidencia del quehacer literario, y es lo que
finalmente cuenta a la hora de hacer un balance literario, a la hora de
reconstruir el proceso literario de un determinado espacio geográfico.” (Cuatro más, Robert Jara, 2012)
Cuadro heroico
Es un
cuadro edificante
donde palpita
el recuerdo
de mi
sonriente infancia
mezclado
al dolor acerbo;
que
suscita en mi memoria
aquel
episodio homérico,
en el
que el trágico heroísmo
de
tres viriles obreros,
ante
el plomo de Araucanía
con
estoica fe cayeron,
como
caen los valientes
con el
rostro erguido al cielo.
Son
Fernando y Justo Albújar
hijos
natos de mi suelo
que,
con Guarniz resignados
la
misma pena sufrieron,
símbolo
de honor preciado
que ha
de conservarse ileso
haciendo
sobre su tumba
donde
reposan sus restos
la
promesa decidida
de
formar un haz compacto
en
aras de un solo anhelo:
la grandeza
de ésta tierra
que
dio esos temples de acero!
Apoteosis
A la memoria del fusilamiento de los
hermanos Fernando y Justo Albújar y
Manuel Guarniz, el 28 de
octubre de
1880, en la ciudad de Guadalupe.
Es una
fría mañana,
densa
niebla al cielo cubre,
mañana
del mes de octubre
silenciosa,
funeral;
y una
villa antes galana
como
una virgen doliente
dobla
la prístina frente
bajo
un designio fatal.
Es
Guadalupe, la amada
donde
se meció mi cuna,
donde
guardo una fortuna
en su
ruinoso panteón;
que bajo
cruz empolvada
de
unos sepulcros helados
yacen
huesos adorados
su
fatal evolución.
Es la
tierra hospitalaria
centro
de paz y bonanza
donde
el peregrino alcanza
siempre
un asilo y un pan;
es la
mansión solitaria
a cuyo
recuerdo santo
tregua
doy a mi quebranto
y
dulcifico mi afán
¿Que
tiene este noble suelo
en que
otrora fue tan dichoso,
que así
nublan su reposo
las
sombras de la aflicción?
¿Porqué
un hondo desvelo
sus pacíficos
vecinos
se ven
tristes y mohínos
como lóbrega
prisión?
¡Ah!
la guerra desastrosa
semillero
de hondos males,
en
nuestros patrios anales
negra página
escribió;
y la Araucanía envidiosa
confirmando
su ralea
a ruin,
injusta pelea
artera
nos provocó.
Cuatro
años de dura guerra
en que
el Perú valeroso
siempre
noble y generoso
por
sus derechos bregó;
que,
con infamia que aterra
y
furia de hambriento lobo,
a la
matanza y al robo
Chile
vil se dedicó.
En
esta etapa de duelo,
en
esta odisea cruenta,
Guadalupe
nos presenta
un
episodio de horror;
recuerdo
que atroz desvelo
da al
alma en sus desengaños
que al
transcurso de los años
se
aviva con más fulgor.
Son
las diez de la mañana
todo
en silencio perdura,
negro
signo de pavura
pinta
al fiel la situación;
y una facción
miliciana
brotada
del inmundo cieno
sale
del cuartel chileno
y se
encamina al panteón.
A sus
diestra, resignados
ante
este destino infausto
van a
darse en holocausto
por su
patria y por su honor;
dos
seres ¡ay! desgraciados,
de un
mismo seno nacidos
y que
conformes y unidos
va a
ultimar el invasor.
Es
Fernando el laborioso
y
Justo el adolescente,
digno,
leal, inteligente
de
bien puesto corazón;
y un
compañero afectuoso,
Guarniz,
de contraria suerte,
recibe
la misma muerte,
llena
la misma misión.
A la
vez, en los hogares
de la Villa memorada,
un adiós
de alma angustiada
se oye
tierno percutir;
las
damas lloran a mares,
los
hombres sienten desvelo
y
hasta el vivaz pequeñuelo
se
escatima de reír.
Mientras
el cuadro doliente
transcurre
lúgubre y serio,
han
llegado al Cementerio
las
huestes del vil Caín;
y, con
cinismo insolente
a la
inocencia y pureza
abren
su fúnebre huesa,
dan su
postrimero fin.
Descansen
en paz los restos
de
esos nobles artesanos,
los
buenos guadalupanos
siempre
su tumba honrarán,
recordando
esos funestos
días
de tristeza y luto
que
son perenne tributo
de la
pobre humanidad.
De: Tributo (Robert Jara, 2008)
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Pablo Edmundo Céspedes Nureña (Guadalupe, 1876
- 1948).
Pionero
del periodismo regional: funda periódicos de tinte literario como también político, entre los
que cabe destacar El recreo del hogar, El obrero, y La unión. Sus primeros pasos periodísticos los dio en el semanario
El Ferrocarril. Fue maestro de
escuela. Primer escritor guadalupano del cual se tiene noticia. Su creación
literaria ha sido reunida y publicada por primera vez, a 48 años de su
muerte, bajo el titulo Cardos
y Malezas, por iniciativa de sus
hijos. Aún resta reunir su obra dispersa en periódicos y revistas.