Tuesday, March 15, 2011
La humildad en tiempos de competencia
Saturday, February 26, 2011
Erase una vez un hombre pegado a un celular...
Tuesday, January 18, 2011
Obras malas, títulos buenos...
Un título con buena estrella sería un título al menos poéticamente bueno, de una obra al menos buena, de un autor al menos conocido. Claro, desde el punto de vista purista del arte, debería bastar con lo primero; pero sucede que eso no bastaría para calar en el colectivo.
Si bien he nombrado títulos de José María Arguedas y de César Vallejo, dos vacas sagradas (y muertas) de la literatura peruana, nombro a La miseria y el hambre, y Un poco de aire en una boca impura, títulos de los poemarios de los poetas y amigos (vivos, aún, para suerte) Antonio Escobar y Ricardo Ayllón, respectivamente; nombro a El Asno que voló a la luna, título del libro de cuentos del escritor Cromwell Jara. O nombro a Te besaré toda la vida, título de la obra de teatro del puertorriqueño José Luis Figueroa, que aunque al comienzo me sonaba algo cursi, luego me resultó simplemente hermoso. Quizá, a modo de simple ejercicio y/o polémica (por lo subjetivo y espinoso del asunto) sería interesante rescatar del olvido aquellos títulos bellos de la literatura peruana. La idea es intercambiar títulos e ideas y tratar de llegar a un ¿(im)posible? consenso. Yo, por ejemplo, tengo una lista encabezada por mi título favorito: Todas las sangres, salvo mejor/peor parecer y/o mejor/peor gusto.
Obviamente una obra debe llevar un título. ¿Pero a qué obedece dicho título? En mi caso, como dije, me es casi imposible, si no imposible, ponerle título a mis poemas, al igual que a mis poemarios. Tengo poemarios escritos hace años y aún sigo buscándoles título. Sé que el título es necesario, pues de algún modo hay que identificar y referenciar a una obra, de algún modo hay que llamarla, en aras del (des)orden. Que si el título tenía que ver con el contenido de la obra y no sé qué ocho cuartos más ya no es del todo cierto, sino recuerden a Trilce. El título es simplemente un rótulo, una etiqueta que identifica a cierta obra. ¿Y qué sucede, por ejemplo, con el título de una obra desde el punto de vista de un editor? ¿O simplemente, qué sucede si se piensa en el mercado? Porque claro, aquello de que yo escribo para mí y nada más que para mí, ya es un cuento bien pasado de moda, un cuento que a nadie se le (debe) cree(r); y más si se publica, ¿no? (¿si no quieres que te lean por qué carajo publicas?) En el mercado un título bueno, léase bello, podría confundirse con un título marketero (y se haga la errónea asociación: bello=marketero), un título que engancha, un título impactante, un título que rompa el ojo al cliente, digo lector. Pero claro, podría suceder, ¿por qué no?, en aras de un equilibrio calidad mercantil-calidad artística, de que un título bello sea también marketero; un título bello y marketero, ¿por qué no? ¿Acaso no es un sueño, de todo aquel que publica, que lo lea medio mundo? Hipócrita el que publica y se desvive por hacer creer a los demás que no le importa si lo leen o no. Yo, cuando me entero que alguien anda diciendo ahí que no le importa si lo leen o no, simplemente no lo leo; ¿con qué derecho habría que hacer algo en contra de la voluntad ajena?
Finalmente, ya que el morbo mueve multitudes, me pregunto (y te pregunto) por aquellos títulos buen(ísim)os endosados a obras mal(ísim)as. O simplemente me pregunto por aquellos títulos buen(ísim)os o mal(ísim)os en sí mismos (purismo literario), sin importar un pepino si la obra que los ostenta es buen(ísim)a o es mal(ísim)as; me pregunto, por qué no, por aquellos títulos bellos y/o marketeros.
Monday, December 20, 2010
Adoro tanto la navidad...

Cómo no abrazar la navidad, si la navidad ablanda hasta al corazón más rudo. Cómo no abrazar la navidad, si la navidad aunque no extingue las taras de la sociedad, las inhibe. Cómo no abrazar la navidad, si la navidad hace que tu jefe te sonría, y hace que tu jefe ni te levante la voz cuando debe. Cómo no abrazar la navidad, si la navidad reúne a los seres que durante casi todo el año están ausentes. Cómo no abrazar la navidad, si la navidad recupera al hombre por unos días su ruda y egoísta rutina. Cómo no abrazar la navidad, si la navidad saca del olvido a millones de seres. Cómo no abrazar la navidad, si la navidad me recuerda que estoy vivo, que importo un poco más que un pepino, y que mis circunstanciales vecinos respiran por una herida que urge de mi cariño. Cómo no abrazar la navidad, si la navidad eres tú, mi familia, mis amigos, mi tierra.
Y adoro tanto la navidad, que los días de no navidad no son sino para esperar con ansias a la navidad venidera. Y adoro tanto la navidad, que los días de no navidad no son sino para recordar con nostalgia la navidad que hace poco se ha ido. Y adoro tanto la navidad, que los días de no navidad no son sino para rogar que la próxima navidad llegue pero que jamás se vaya. Y adoro tanto la navidad, que los días de no navidad no son sino para desear que la vida sea simplemente una noche buena.
La navidad es tan familiar, que no hay tristeza más grande en el mundo que pasar una navidad solo y lejos del hogar.
Navidad, navidad, noche paz, noche de amor, fiesta universal.
Thursday, November 25, 2010
¿Poeta por fe o por conocimiento?

Las poquísimas veces que me he llamado poeta, sinceramente me he sentido terriblemente mal; y las pocas veces que así me han llamado, también, aunque en grado menor. Sucede que había que llamarme poeta, como había que llamar poemas a mis textos, y no por que me sepa poeta y/o sepa que son poemas mis textos, sino porque había que llamar a las cosas de algún modo en aras del (des)entendimiento.
EL problema se agrava si tengo en cuenta que llevo casi 20 años escribiendo poesía; o mejor dicho, creyendo que escribo poesía.
Mi incomodidad no obedece a la humildad —ni falsa, ni verdadera—, como tampoco obedece a que considere al poeta como algo inalcanzable, o algo a lo que yo ni siquiera puedo aspirar. Nada que ver, mi incomodidad no obedece a poses ni a complejos. Tampoco es por que yo sepa que lo que escribo no es poesía -aunque así lo llame-, sino más bien por que yo no sé, y no tengo modo alguno de saber, con certeza, si lo que escribo es realmente poesía o no lo es.
Yo no tengo la más mínima duda, y eso sí lo reconozco, respecto al trabajo que realizo con la palabra; pero sí tengo mis dudas respecto al producto final de este proceso creativo, el texto. En otras palabras, yo no puedo llamarme poeta debido a mi ignorancia: ¿cómo saber, con certeza, si soy o no soy poeta?; ¿cómo saber, con certeza, si un texto es o no es poesía? No hay modo alguno de aniquilar por completo esta incertidumbre, por lo que llamarme poeta y llamar poesía a mi texto, sin sentir remordimiento, sin que me sonroje, implica descartar la posibilidad de que yo no sea poeta, o de que mi texto no sea poesía; y esto, sí que es una osadía; es dar gato por liebre. Autoproclamarme poeta, sin chistar, es un acto temerario, deshonesto; será por eso que a veces, hasta me da un poquito de vergüenza. Sólo me he llamado poeta, muy a pesar mío, por fines meramente comunicativos. Para mí, que estoy en el ruedo, no hay modo de no creer que eso de llamarse poeta, sacando pecho, no es más que una patraña, no es más que un cliché, una pose trasnochada.
Llamo poesía a mis textos, no porque lo sean, sino, simplemente, porque son el producto final de mi proceso creativo; proceso que me demanda un gran esfuerzo, proceso que tiene como objetivo inherente el de crear poesía. Es claro que el esfuerzo por sí solo, lamentablemente, no es suficiente para que el objetivo –crear poesía- se concrete -en poesía-. Si no fuera así, a todo aquel que se esfuerce en escribir un texto con intención poética se le tendría que llamar poeta, al margen de que su intención poética se concrete en poesía tras el proceso creativo, al margen de que logre o no su objetivo. La concreción de la intención poética, o el logro del objetivo inherente del proceso creativo –crear poesía-, es el único elemento de juicio que serviría para discriminar, sin ambigüedad, entre poetas y no poetas, entre poesía y no poesía; pero lamentablemente este elemento no es mesurable.
No oculto mi anhelo, y no hay contradicción en esto, de que mis textos conservados a lo largo de dos décadas de (r)escritura, sean poesía. No oculto el anhelo, y no renuncio, a ser lo que tanto dudo: poeta. Anhelo que los textos que boté al tacho de basura por considerarlos malos hayan sido realmente malos, y que los textos que conservé por considerarlos buenos hayan sido realmente buenos. Anhelo que la energía gastada en mi proceso creativo no haya sido en vano. Confieso que le temo a la banalidad como una posibilidad real de mi proceso creativo, pero no por eso sucumbo a la tentación de elevar la posibilidad a la categoría de certeza; prefiero a auto engañarme y/o auto consolarme batallar con el cruel fantasma de las posibilidades. Me asusta, claro está, la posibilidad de que mis 20 años escribiendo supuestamente poesía haya sido sólo eso, un supuesto; cruel posibilidad, pero no por cruel menos posibilidad que la posibilidad bondadosa. Me duele, me cuesta mucho poder creer en la posibilidad de haber derrochado mi energía vanamente, pero aún así esto no me da derecho a vender gato por liebre. Lamentablemente, mi intención implícita o explícita de escribir poesía, mi gasto real de energía en el proceso de escritura, mi auto proclamación como poeta no bastan para definirme poeta.
Dada la imposibilidad de saber si soy o soy poeta, implica que: llamarme poeta es un acto de fe, no de conocimiento. Una cosa es que me crea poeta; otra muy distinta es que lo sea. Después de todo, ¿qué es lo peor que podría sucederme con esta posición esperanzadora?: que me crea ser lo que yo no soy: sólo eso. ¡Dios mío, cuánta falta hace un poetómetro!
Thursday, October 28, 2010
El día que MVLL me miró a los ojos

Tuesday, September 28, 2010
Valdelomar, tu mamá también fue mi mamá

Tristitia, Valdelomar, palabra hermosa, que por sí sola suena y sabe a tristeza, a nostalgia...
Tristitia, poema donde mi mamá, Valdelomar, aparece llorando mi ausencia.
Aquí aquel poema que despierta en mí todos los recuerdos que un día le pertenecieron a Abraham Valdelomar Pinto, aquel inquieto literato peruano que el año 1918, a pocos meses de su muerte (1919), estuviera de visita por mi pueblo, Guadalupe.
TRISTITIA
Mi infancia, que fue dulce, serena, triste y sola,
se deslizó en la paz de una aldea lejana,
entre el manso rumor con que muere una ola
y el tañer doloroso de una vieja campana.
Dábame el mar la nota de su melancolía;
el cielo, la serena quietud de su belleza;
los besos de mi madre, una dulce alegría,
y la muerte del sol, una vaga tristeza.
En la mañana azul, al despertar, sentía
el canto de las olas como una melodía
y luego el soplo denso, perfumado, del mar,
y lo que él me dijera, aún en mi alma persiste;
mi padre era callado y mi madre era triste
y la alegría nadie me la supo enseñar.
Saturday, August 28, 2010
Los signos de un poeta motupano...
A los amigos poetas Armando Arteaga y José Briceño Berrú
2
Fuera de la ciudad
tu ojo no puede devorar el Fuego de las revelaciones.
Todo testimonio de luz
reverbera en la niebla deseoso cántico
donde ruinosas estaciones te columpian secretamente.
El precipicio es indivisible. El férvido imperio
enraíza en el cuerpo su danza
para una nueva alteración.
Todo círculo trazado en tu ojo se remonta al vértigo.
Entonces la genética del Fuego se advierte
en esa virtud de no amar
el universo de las flores bellas.
Niega la artificialeza del sueño insuficiente.
Ruptura la falsedad en esta fracción de tierra posible.
Bajo el filo de tu pregunta fundamental
he lanzado una inminente botella al camino.
Dentro de ella trozos de papel son pugna
y desenlace:
El nuevo fulgor contenido
irá convirtiendo en magma
perenne
lo indecible.
4
Afuera,
la ignición de la hoja en blanco es incesante.
La ceniza nos hace irremediable naufragio.
Peregrina dentro
como lenguaje que dispone los vacíos.
No sueña su Fuego:
Lo es eterno
en la anunciación de la próxima muerte.
Es Fuego aprehendido.
7
Llegar a la luz elemental.
Llegar a la orilla donde arena húmeda
sostiene nuestra incertidumbre.
La ventaja de emigrar al Fuego
es no prescindir del ruido de sí mismo.
En medio de nosotros, la fogata
fragmenta la oscuridad inicial
y entiniebla los rumores del agua colindante.
La respuesta es superficie iluminada:
No temamos al origen de la piedra.
La más reciente manifestación de tragedia
ahora es gozo y mística de resistencia.
El viaje al Fuego es un conocimiento radical y llano.
Aunque variable y sonoro es el mensaje del agua
las llamas han alcanzado elevación de cántico silvestre.
Nuestra condena no es ligereza natural,
es sonido voraz que la vida debe decir para siempre.
Desde aquí hemos merecido los giros del propio ruido.
En el día nuevo, todo mensaje es un desplome:
La espaciosa agua no pudo llevarse nada.
Hay brasa y ceniza en todo intento de Fuego:
Todo está intacto.
Es que somos nada.
9
No.
El Fuego no es el signo de morir con importancia.
Es resistirse
bajo la hoguera del sol latente
y celebrar la sombra.
Entonces prepara para la noche la sangre
de heredados rituales
si el delirio cobra de sí su último aullido transparente.
Las calles son una revolución discreta y profunda.
Dentro de nosotros
también la consecuencia define el orden y el dominio.
Ama la ciudad,
ámala guardián en su abundancia
y busca lo imposible: Florece en el cemento.
Arrójate al designio de agrietar los labios
sin importar el lenguaje monótono del nuevo día.
Ensaya viejas laceraciones cuando despiertes:
Saber bifurcar los miedos es punzar el sueño
de los que abrevian la angustia impunemente.
Por eso
coge tu abismo y calla tu Fuego.
Es mejor atravesar las horas contenidas
con la magia mortal de una pregunta ardiente.
CROMWELL CASTILLO CABREJOS
[Motupe – Lambayeque. 1981]
Ex miembro fundador del Grupo Literario Signos. Es artista plástico y diseñador gráfico. Ha obtenido algunos premios literarios. Ha publicado “Agua” y “Transfiguración o el sonido” en SIGNOS (Tiro de Gracia Editores - Chiclayo, 2007) y “¿Dónde acaso es camino?” en DEMOLICIÓN DE LOS REINOS (Sol Negro Editores – Lima, 2010). Trabajos suyos aparecen publicados en revistas físicas y virtuales de Perú, Venezuela, Chile, Argentina, México, Estados Unidos, España y Francia.
Dirige la bitácora: http://gambito-de-rey.blogspot.com
E-mail: cromwellpierre@hotmail.com