Friday, May 07, 2010

Oquendo de Amat, mi mamá fue tu mamá

He leído muchos poemas dedicados a la madre a lo largo de mi vida, pero desde aquella tarde que leyera aquel poema Madre, bajo la fronda de mis dos sauces que murmuraban en el corral de mi casa, del entonces para mí desconocido poeta, Oquendo de Amat, ningún otro poema a la madre ha logrado conmoverme tanto, ningún otro poema a la madre se instalado con tanta firmeza en mi pecho, ningún otro poema ha envuelto entre palabras tan sutilmente a mi madre, a las madres. Desde aquella tarde lejana no he dejado de volver a aquel poema, una y otra vez, y cada que vuelvo me conmuevo más, y más; cada vez que vuelvo a aquella manta de palabras viene hacia mí la imagen nítida, limpia, hermosa de mi madre morena; entre el sonido de las hojas, me invade una paz, me invade una nostalgia infinita.

Cada vez que vuelvo a aquel poema no puedo evitar sentir unas ganas infinitas de haber sido yo quien lo escribiera. Pero no me queda más que envidiarte Oquendo, amigo de letras, por que tuviste la dicha de hilvanar aquel poema a mi madre, a mi gorda, a mi morena, mucho antes de que yo naciera, mucho antes de que ella naciera. Entonces no puedo evitar pensar, y creer, entre sonrisas traviesas, que mi madre, ¡que mi madre, Oquendo, tuvo que ser tu madre!, ¡no pudo ser de otra manera! ¿Sino, por qué mi madre brota de entre tus palabras, y me abraza, cada vez que visito tu poema? Eso explica, Oquendo, el cómo fuiste capaz de hilvanar, sentado al filo de algún recuerdo, un poema simplemente memorable, infinito.

Será difícil superar tu poema, Oquendo, será muy difícil aprehender mejor que tú a mi madre. Por eso, no me queda sino decirte, gracias; gracias por hilvanar una rosa de palabras para el ser que no sólo me ha dado la vida, sino que ha hecho un millón de malabares para que yo camine con el menor dolor posible, con la dignidad menos acribillada, con la sonrisa más contagiosa, honda y gorda.

Pero, lástima Oquendo que mi madre, mi morena, mi gorda, no entienda nada de poemas; lástima que tu rosa de palabras mi madre quizá nunca pueda olerla. ¿Pero sabes?, yo le he contado que un tal Oquendo de Amat, allá arriba en el altiplano, guarda con esmero una rosa para ella.

Aquí este poema que me ha dado tanto…


MADRE

Oquendo de Amat

Tu nombre viene lento como las músicas humildes
y de tus manos vuelan palomas blancas

Mi recuerdo te viste siempre de blanco
como un recreo de niños que los hombres miran desde aquí distante

Un cielo muere en tus brazos y otro nace en tu ternura

A tu lado el cariño se abre como una flor cuando pienso

Entre ti y el horizonte
mi palabra está primitiva como la lluvia o como los himnos

porque ante ti callan las rosas y la canción.

(De Cinco metros de poemas)

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