Conocí a Robert Jara en Huamachuco, la tierra que me vio crecer y en la que, solícita y complaciente, aún habita toda mi niñez. Volví a conocer a Robert Jara una mañana de lluvia, cuando empecé a leer su libro, escuchando el eco de la gotera, advirtiendo el progreso de aquellos hilos de agua que arañan la tierra y alimentan los ríos; una mañana donde los gatos buscaban cobijo, mientras los truenos arremetían bruscamente, y el fiero viento hacía ulular las frazadas del tendedero, cerca de un triste horno de
barro, que majestuosamente y con la más alta valentía espera su muerte. Aquella
mañana, Robert era un niño y, súbitamente, yo también lo era.
Nostalgia
de barro es
el mejor homenaje que se le puede hacer al pueblo en el que la niñez saboreó
infinitas emociones, entre polvorientas
callecitas, escuchando de qué manera los
gallos / trizan el silencio, percibiendo un coro de pasitos / laboriosos y apurados.
Nostalgia
de barro, no
es un libro; es, más bien, un pueblito
hecho libro. Éste se constituye de tres libros independientes: Cantata al silencio, Los abuelos de mis abuelos, y Nostalgia de Barro. Desde el inicio, uno
se sumerge en un océano de recuerdos y aventuras que evocan el tiempo y el
espacio, acompañado por diversos senderos, donde vemos el campo, oteamos el
humo que emerge de las casas, apreciamos el vuelo de las aves. Caminamos con el
poeta y sentimos su mundo, nos hacemos parte de su vida, somos uno y a la vez
somos todo. Somos polvo, somos arena, somos campo, somos cerro, somos día y
noche, somos abuelos, padres e hijos. Somos luna y sol, y cuando somos playa y
dejamos de silbar, nuevamente, siendo sol y luna, lloramos.
Robert Jara, es consecuente y demuestra, a
través de una adecuada y elaborada lírica, la grandeza de su pueblo, su
identidad, su origen. El autor rinde homenaje al abuelo ancestral, la nobleza
de éste y la fortaleza con la que recoge los embates del destino. También
reconoce al abuelo que vino del mar.
Interroga a sus antepasados, al abuelo ancestral
y al que se esconde entre la barba. Al primero le dice: Abuelo / cuéntame de tus playas / tus valles / tus cerros / de esos
labios / de esos vientres / de esas tetas / en fin / de todas tus yuntas
milenarias; al segundo: Por qué
abuelo / saliste del mar echando espuma / por qué regaste pólvora / en vez de
caricias. Robert Jara insiste y continúa: Por qué me diste el respiro / entre gallos y medias noches, entre
orgullos esquirlados / robando besos / extirpando idolatrías / navegando ríos
de sangre. El poeta no puede esquivar su pasado, no puede negarlo. El poeta
reconoce su origen, el dolor, el sufrimiento.
La historia relata sucesos y trata de explicar,
en base a fuentes, cómo sucedieron determinados hechos. El poeta conversa con
los personajes de la historia, lo sigue haciendo y no se detiene, avanza y
fortalece su identidad, sigue creciendo, se desenvuelve en su patria; es nieto,
y continúa creciendo. Pero… / lo siento
abuelo barbudo / será de mi abuelo acallado / mi lápiz / y mi voz / sólo hasta
que su sangre / ya no sea un topo / ya no sea un pez / y cante / a dúo contigo
/ codo a codo / oreándose y / meciéndose / en las olas de mi pellejo.
En esta nueva poesía, de contexto costeño y
norteño, se reúnen variados elementos. Robert Jara nos acerca a lo sublime, al
dolor, a la verdad. La atmósfera se hace dulce cuando el poeta nos acerca a su
niñez, nos presenta a su padre, a su madre, sus hermanos. Ama su tierra, ama su
vida. Su poesía vivifica al campo, al arado, al gallo negro, a la piedra, a la
tribu, al pan, al arroz, a la sopa…
Mamá
mientras llora mastica un trozo de pan, un poco de arroz, un poco de sopa. Y
siempre, desde siempre, alguna lágrima húndese en su boca.
Sin duda, Nostalgia
de barro es un libro que nos introduce en la tierra del poeta. Somos
elementos del pueblito y lo valoramos
tanto como el poeta lo hace.
La sensación que queda, luego de haber leído el
libro, subrayado algunos párrafos, resaltado frases, es volver a leerlo. Sin
embargo, puedo dar testimonio y tener la certeza que el pueblito sigue siendo hermoso, y lo seguirá siendo. Conocer el pueblito es ahora otro de mis anhelos.
Por ello, al igual que Robert Jara, el mejor homenaje que le podemos hacer a
nuestra tierra es quererla y apreciarla. Somos un país muy complejo, somos una
patria hermosa. Robert Jara es un ejemplo de compromiso y la difusión de su
obra es importante para toda nuestra sociedad. Desde Huamachuco, enviemos un
abrazo y muchos éxitos a este gran poeta.
Huamachuco,
marzo de 2013
_________________________
Francisco
Moreno Ruiz (Huamachuco – La
Libertad)
Estudió Gestión Cultural e en el MALI (Museo de Arte de Lima)
Estudia Ciencias Sociales – Historia en la UNMSM
Estudió Gestión Cultural e en el MALI (Museo de Arte de Lima)
Estudia Ciencias Sociales – Historia en la UNMSM
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