La humildad en
tiempos de competencia o X vs Y
Si X ,Y son competencia, es natural que a X le
incomode (le indigne, no le convenga…) el que Y reconozca sus propios logros y virtudes.
Si X ,Y son competencia, es natural que a X le
incomode (le indigne, no le convenga…) el que los demás reconozcan los logros y
virtudes de Y.
Si X ,Y son competencia, es
natural que a X le incomode (le indigne, no le convenga…) reconocer los logros
y/o virtudes de Y.
Por tanto:
Si X ,Y son competencia, es natural que X en su “sano juicio”, por
aquello de ganar, haga hasta lo
imposible por invisibilizar los logros y/o virtudes de Y; y por supuesto, súper
visibilizar los suyos. Sólo un X loco, en una atmósfera de competencia, se
dedicaría a visibilizar (y alegraría
con) los logros y/o virtudes de Y. En una atmósfera de competencia, a X los
logros y/o virtudes de Y, le son una traba.
¿Cómo sistematiza X la invisibilidad de los logros y/o virtudes
de Y, que son poco o nada convenientes,
por cierto? De un único modo: echando mano de la humildad. Y es que: ¡X le
exige a Y, humildad! ¡X le exige a Y que
silencie sus propios logros y virtudes! Le
recuerda: si tú mismo hablas de tus logros
y/o virtudes eres un soberbio, pedante, vanidoso... Como Y ha crecido,
desde siempre, oyendo: el humilde no debe
reconocer sus logros y/o virtudes, y menos aún, hacerlos público; y debe
esperar sentado a que “los otros” (¡entre ellos su competencia!) se apiaden y animen
a reconocerle sus logros y/o virtudes, primero.
La otra razón para que a X le
incomode, le indigne, le duela, no le convenga el que Y auto reconozca sus logros
y/o virtudes, es que X o no tiene logros
y/o virtudes, o no tiene los logros y/o virtudes que tiene Y, o bien los tiene, pero es
consciente de que son inferiores.
Entonces la reacción de X (su dolor, indignación….) nada tiene que ver
con la humildad, sino con la negra envidia.
X envidia los logros y/o virtudes de Y, los procura con ahínco, punto.
El dilema persiste: ¿Y es
soberbio o X es envidioso?
La humildad en
tiempos de coopetencia o X–Y vs Z
Supongamos que X e Y actúan en
una atmósfera de coopetencia:
X, Y son competencia,
pero actúan en cooperación mutua porque
saben que ambos podrían salir ganando (ambos podrían disfrutar el premio).
Este escenario es posible sólo
si:
1) El “premio” deja de ser
monolítico, excluyente, tal como lo es en una competencia pura (donde el permio
o bien se lo lleva o X o bien se lo lleva Y, no hay punto medio). El premio
ahora puede ser compartido (repartido) entre X e Y, equitativamente.
2) X, Y se unen (cooperan) estratégicamente
para competir contra Z. Lo que significa que X–Y, como un todo, en
realidad es competencia de Z. Es como si
ante la presencia de Z, X e Y se dieran una tregua, dejan de ser
competencia mutua.
De (1) y (2) notamos que: La coopetencia entre X e Y
en realidad no es más que competencia entre X–Y e Z
De aquí que:
a) Como X, Y no son competencia entre sí, les convenga (y no les indigne, no les
duela…) reconocer mutuamente sus logros y/o virtudes y sumarlos para competir contra Z, su real y
común competencia.
b) X–Y, como equipo, como un todo, trate por todos los medios de invisibilizar (pues le duele, de indigna, no le conviene….) los logros y/o virtudes de Z, su real competencia real.
Finalmente, podría decirse que:
Coopetencia es el proceso en el
cual X e Y dejan de ser competencia
entre sí, para pasar a ser competencia de Z.
La competencia (in)sana
Considero que no deberían ser
las ganas de “ganarle al otro” el motor que a uno lleve a crecer y alcanzar el
éxito. El motor, debería ser,
simplemente, las ganas ubérrimas de “ganarle a uno mismo”.
Por definición, para competir
se necesitan dos; por lo tanto, la expresión
“ganarle al otro” (competencia) es una expresión literal; mientras que “ganarle a uno mismo”, es figurada.
¿Por qué no privilegio “el
ganarle al otro” en vez de “el ganarle a uno mismo”? Por una simple razón: el
“ganarle al otro” (competencia) obedece a una motivación extrínseca; mientras
que el “ganarle a uno mismo” (no competencia) obedece a una motivación intrínseca.
Y he ahí mi reparo de fondo hacia la competencia: el afán (imperativo) de
ganarle al otro (casi) inhibe en el hombre su lado luminoso y desinhibe su lado
oscuro. Por lo que ganarle al otro (casi) nunca es el resultado de una práctica
sana. Desde esta lógica, la competencia sana (casi) no existe.
¿Es posible ganarle al otro sin
hacerle daño? La respuesta sería afirmativa, sólo si fuera posible ser
indiferente o feliz ante el fracaso personal. Pero sucede que ante el fracaso
personal, a lo menos uno es indiferente; pero feliz, jamás de los jamaces.
El “casi” trazado líneas arriba
me salva, por breves momentos, de la incredulidad y desesperanza absolutas.
La redefinición de
la humildad y del humilde o su liberación necesaria
“La humildad es el auto reconocimiento de
logros y/o virtudes en su exacta medida”
“El humilde
reconoce sus logros y/o virtudes sin caer en exageraciones”
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