Tuesday, July 28, 2009

Sobre mezquinos e ignorantes

Pueblo pequeño, mezquindad grande
De vez en cuando en mi pueblo aparecen de la nada personajes alardeando ser los baluartes de la cultura guadalupana. Si se revisa brevemente su historia notaremos que en realidad jamás se han preocupado por los problemas de Guadalupe, hasta ahora, en que han decido salir de su parcela personal, para ubicarse en la parcela colectiva. Por supuesto, asumiendo que nyo hay obligación de hacer propias la preocupaciones colectivas, no tiene absolutamente nada de malo el no haber hecho absolutamente nada antes en pro de Guadalupe y de pronto un día despertar preocupado, repleto de energía y empezar a hacer algo, aun cuando la adultez ya le ha tendido su sombra encima. Es natural pensar que en algún determinado momento hay que empezar a trabajar en pro de Guadalupe. Lo que no es natural, y por eso la cuestiono, es la actitud con que estos personajes irrumpen en la escena guadalupana: aparecen, de pronto, como por arte de magia, tratando temas comunes con cierto aire de ser los únicos y primeros que lo hacen, desconociendo irresponsablemente, en un minuto, en clarísima actitud ignorante y/o mezquina el trabajo realizado por todo aquel que tuvo la mala suerte de precederlo al respecto.

No menciono nombres concretos no por cobardía, si no porque guardo la leve esperanza de que estos seudo cultos personajes se sientan aludidos por mis palabras, y tomen conciencia del daño que hacen a la cultura guadalupana.

Desconocer el trabajo de los que me anteceden en un tema o área cualquiera es una actitud completamente reprochable. Nada justifica esta actitud que atenta aparatosamente contra el desarrollo cultural de un pueblo. Basta recordar que el triunfo y conservación del conocimiento humano radica en justamente lo contrario: reconocer el trabajo de los demás, coger impulso desde el trabajo de los demas, criticar el trabajo de los demas, divulgar el trabajo de los demas, pero jamas, jamás silenciarlo, desconocerlo, ignorarlo. ¿Creen acaso, por ejemplo, que la matemática hubiera alcanzado el nivel que tiene si cada matemático hubiera empezado desde cero; es decir, si cada matemático ignorara el trabajo de los matemáticos que le precedieron? Esta pregunta retórica, planteada respecto a la matemática, en realidad podría haber sido planteada respecto a cualquier área del conocimiento, y la respuesta hubiera sido exactamente la misma: jamás hubiera alcanzado el nivel que tiene; pues todos los matemáticos gastarían vanamente su fuerzas haciendo lo que otros ya hicieron, en vez de tomar la posta a partir del conocimiento de sus predecesores. En resumen, lamentablemente, no todos, por más que así lo deseen, pueden ser los inventores de la rueda y de la pólvora.

¿Pero, de qué me priva el hecho de reconocer el trabajo precedente? ¿Por qué me cuesta tanto reconocerlo? Estas preguntas me dan pie a ensayar la siguiente respuesta: el reconocer el trabajo precedente me priva de no ser lo que mi humanidad me exige a gritos: ser el inventor de la rueda y de la pólvora. Pues, resulta ser una fijación dolorosamente humana aquello de querer ser siempre el primero en algo; anhelo que, lastimosamente, no todos pueden alcanzar. ¿Es ético desconocer de un tajo el trabajo precedente en aras de aparecer ante los ojos ajenos como el primero? Por supuesto que no, sin importar, en absoluto, si dicho desconocimiento proviene, como en principio proviene, de la mezquindad o de la ignorancia humanas; perversa la primera, y atrevida la segunda, como bien todos lo sabemos.

El desconocimiento del trabajo precedente sustentado en la mezquindad es perverso, puesto que es un desconocimiento con conocimiento de causa, un desconocimiento adrede, premeditado, completamente voluntario   y consciente, un desconocimiento que se identifica con el silenciamiento, con la censura; mientras que un desconocimiento sustentado en la ignorancia es simplemente atrevido, pues es un desconocimiento sin conocimiento de causa, un desconocimiento propiamente dicho; pero no por eso menos reprochable que el primero: nada justifica que uno se pronuncie sobre un objeto con ínfulas de inventor absoluto cuando el no conocer o ignorar el objeto no necesariamente significa que el objeto no exista; desconocer que un objeto existe puede deberse simplemente a que se desconoce —ignora— su existencia y nada mas; es decir, puede que el objeto si existe, pero simplemente uno no lo sabe, lo ignora por completo. Esta peculiaridad propia del desconocimiento por ignorancia lo hace potencialmente removible vía la investigación; si la existencia del objeto se corrobora con la investigación y el desconocimiento persiste, el desconocimiento lejos de extirparse solo habrá mutado en un desconocimiento por mezquindad.

¿Será que en Guadalupe hay personajes que juzgan según su propia condición, tal como reza el dicho popular? Creo que es una posibilidad. Pues, como ellos nunca han hecho nada creerán que los demas tampoco lo han hecho. Esto explicaría perfectamente porqué de repente hablan sobre algo con convicción absoluta, ignorando olímpicamente el trabajo precedente. Esto explicaría aquello de creerse los inventores de la pólvora y la rueda. Actitud, que menos mal, resalta como un trueno, como un relámpago —aunque se esmere por no ser descubierto— ante el ojo vigilante del ciudadano medianamente instruido.

Estos personajes patéticos ojala un día comprendan como perjudican con su actitud mezquina o ignorante el desarrollo cultural de Guadalupe. Nuestro deber, guadalupanos, es denunciarlos o desenmascararlos, que es lo mismo.

Si alguien quiere que su aporte en cierto tema sea tomado en serio lo mínimo que puede y debe hacer es empaparse, ponerse al tanto sobre el mismo; es decir, investigar lo que otros ya han dicho o hecho, investigar los antecedentes. El sentido común así lo dicta, categóricamente, en aras de no quedar en ridículo, huelga decir mezquino o ignorante. Desconocer, por falta de investigación, alegremente lo que otros han aportado sobre un tema no otorga derecho ni licencia, ni excusa, a nadie para atropellar el esfuerzo ajeno. Hablar de la pólvora como si uno acabara de inventarla es una actitud necia , mezquina y mediocre que desde aquí denuncio y condeno.
Basta al síndrome adánico