Monday, December 20, 2010

Adoro tanto la navidad...

Si confieso que adoro la navidad, así a secas, ahí quedaría el asunto. Si confieso que adoro la navidad, y no soy católico, ya el asunto genera una ligera extrañeza. Si confieso que adoro la navidad, que no soy católico, que en realidad soy ateo, el asunto ya exige explicación. Si confieso que adoro la navidad, que no soy católico, que no soy ateo, sino que en realidad soy agnóstico, el asunto exige una explicación aún mayor. Y si tras todo esto confieso que durante la navidad, no contento con armar un pequeño nacimiento y un arbolito en un rincón de la sala de mi hogar, me aúno al grupo de pastores Ortega Mejía (de Guadalupe) y con él salgo a recorrer las calles de Guadalupe, cantando de nacimiento en nacimiento, ya el asunto adquiere ribetes de locura, de perfecta inconsistencia. Y claro, no los culpo, porque hasta yo mismo al comienzo me exigía una explicación. ¿Cómo era posible que alguien que es agnóstico (o ateo, por ejemplo) adore la navidad, que la espera con locura, y que no contento con armar un nacimiento, un arbolito, saliera por las calles con los pastores navideños? Sin duda, es una pregunta legítima, sin duda mi accionar navideño resulta ser una inconsistencia obvia. Antes de encontrar l a explicación adecuada, la cual por cierto llegó casi sola, algunos me tildaron de loco, de estúpido, de hipócrita, etc. Muchos me miraban con recelo, con desconfianza, porque parece obvio que alguien que no cree en Jesús, no debería estar cantándole a Jesús de nacimiento en nacimiento. Pero sucede que para mí todo resultaba natural, nada forzado, no me sentía ni estúpido, ni idiota, ni hipócrita, ni nada de eso. ¿Por qué a mí no me parecía una inconsistencia lo que para todos los que conocía resultaba tan obvio? Demoré en encontrar una explicación que me convenciera: sucede que la navidad había sido abrazada por mí como un símbolo desprovisto de connotaciones religiosas; la navidad para mí era simplemente un símbolo de amor, de unión, de comunión, de desprendimiento… un símbolo de paz y armonía; un símbolo que me garantizaba la llegada de una época de bondad que aunque hiperbólica, pasajera.

Cómo no abrazar la navidad, si la navidad ablanda hasta al corazón más rudo. Cómo no abrazar la navidad, si la navidad aunque no extingue las taras de la sociedad, las inhibe. Cómo no abrazar la navidad, si la navidad hace que tu jefe te sonría, y hace que tu jefe ni te levante la voz cuando debe. Cómo no abrazar la navidad, si la navidad reúne a los seres que durante casi todo el año están ausentes. Cómo no abrazar la navidad, si la navidad recupera al hombre por unos días su ruda y egoísta rutina. Cómo no abrazar la navidad, si la navidad saca del olvido a millones de seres. Cómo no abrazar la navidad, si la navidad me recuerda que estoy vivo, que importo un poco más que un pepino, y que mis circunstanciales vecinos respiran por una herida que urge de mi cariño. Cómo no abrazar la navidad, si la navidad eres tú, mi familia, mis amigos, mi tierra.

Y adoro tanto la navidad, que los días de no navidad no son sino para esperar con ansias a la navidad venidera. Y adoro tanto la navidad, que los días de no navidad no son sino para recordar con nostalgia la navidad que hace poco se ha ido. Y adoro tanto la navidad, que los días de no navidad no son sino para rogar que la próxima navidad llegue pero que jamás se vaya. Y adoro tanto la navidad, que los días de no navidad no son sino para desear que la vida sea simplemente una noche buena.

La navidad es tan familiar, que no hay tristeza más grande en el mundo que pasar una navidad solo y lejos del hogar.

Navidad, navidad, noche paz, noche de amor, fiesta universal.

Thursday, November 25, 2010

¿Poeta por fe o por conocimiento?

Tengo un problema: me incomoda llamarme poeta.

Las poquísimas veces que me he llamado poeta, sinceramente me he sentido terriblemente mal; y las pocas veces que así me han llamado, también, aunque en grado menor. Sucede que había que llamarme poeta, como había que llamar poemas a mis textos, y no por que me sepa poeta y/o sepa que son poemas mis textos, sino porque había que llamar a las cosas de algún modo en aras del (des)entendimiento.

EL problema se agrava si tengo en cuenta que llevo casi 20 años escribiendo poesía; o mejor dicho, creyendo que escribo poesía.

Mi incomodidad no obedece a la humildad —ni falsa, ni verdadera—, como tampoco obedece a que considere al poeta como algo inalcanzable, o algo a lo que yo ni siquiera puedo aspirar. Nada que ver, mi incomodidad no obedece a poses ni a complejos. Tampoco es por que yo sepa que lo que escribo no es poesía -aunque así lo llame-, sino más bien por que yo no sé, y no tengo modo alguno de saber, con certeza, si lo que escribo es realmente poesía o no lo es.

Yo no tengo la más mínima duda, y eso sí lo reconozco, respecto al trabajo que realizo con la palabra; pero sí tengo mis dudas respecto al producto final de este proceso creativo, el texto. En otras palabras, yo no puedo llamarme poeta debido a mi ignorancia: ¿cómo saber, con certeza, si soy o no soy poeta?; ¿cómo saber, con certeza, si un texto es o no es poesía? No hay modo alguno de aniquilar por completo esta incertidumbre, por lo que llamarme poeta y llamar poesía a mi texto, sin sentir remordimiento, sin que me sonroje, implica descartar la posibilidad de que yo no sea poeta, o de que mi texto no sea poesía; y esto, sí que es una osadía; es dar gato por liebre. Autoproclamarme poeta, sin chistar, es un acto temerario, deshonesto; será por eso que a veces, hasta me da un poquito de vergüenza. Sólo me he llamado poeta, muy a pesar mío, por fines meramente comunicativos. Para mí, que estoy en el ruedo, no hay modo de no creer que eso de llamarse poeta, sacando pecho, no es más que una patraña, no es más que un cliché, una pose trasnochada.

Llamo poesía a mis textos, no porque lo sean, sino, simplemente, porque son el producto final de mi proceso creativo; proceso que me demanda un gran esfuerzo, proceso que tiene como objetivo inherente el de crear poesía. Es claro que el esfuerzo por sí solo, lamentablemente, no es suficiente para que el objetivo –crear poesía- se concrete -en poesía-. Si no fuera así, a todo aquel que se esfuerce en escribir un texto con intención poética se le tendría que llamar poeta, al margen de que su intención poética se concrete en poesía tras el proceso creativo, al margen de que logre o no su objetivo. La concreción de la intención poética, o el logro del objetivo inherente del proceso creativo –crear poesía-, es el único elemento de juicio que serviría para discriminar, sin ambigüedad, entre poetas y no poetas, entre poesía y no poesía; pero lamentablemente este elemento no es mesurable.

No oculto mi anhelo, y no hay contradicción en esto, de que mis textos conservados a lo largo de dos décadas de (r)escritura, sean poesía. No oculto el anhelo, y no renuncio, a ser lo que tanto dudo: poeta. Anhelo que los textos que boté al tacho de basura por considerarlos malos hayan sido realmente malos, y que los textos que conservé por considerarlos buenos hayan sido realmente buenos. Anhelo que la energía gastada en mi proceso creativo no haya sido en vano. Confieso que le temo a la banalidad como una posibilidad real de mi proceso creativo, pero no por eso sucumbo a la tentación de elevar la posibilidad a la categoría de certeza; prefiero a auto engañarme y/o auto consolarme batallar con el cruel fantasma de las posibilidades. Me asusta, claro está, la posibilidad de que mis 20 años escribiendo supuestamente poesía haya sido sólo eso, un supuesto; cruel posibilidad, pero no por cruel menos posibilidad que la posibilidad bondadosa. Me duele, me cuesta mucho poder creer en la posibilidad de haber derrochado mi energía vanamente, pero aún así esto no me da derecho a vender gato por liebre. Lamentablemente, mi intención implícita o explícita de escribir poesía, mi gasto real de energía en el proceso de escritura, mi auto proclamación como poeta no bastan para definirme poeta.

Dada la imposibilidad de saber si soy o soy poeta, implica que: llamarme poeta es un acto de fe, no de conocimiento. Una cosa es que me crea poeta; otra muy distinta es que lo sea. Después de todo, ¿qué es lo peor que podría sucederme con esta posición esperanzadora?: que me crea ser lo que yo no soy: sólo eso. ¡Dios mío, cuánta falta hace un poetómetro!

Thursday, October 28, 2010

El día que MVLL me miró a los ojos

Creí, por cómo se venían dando las cosas, que a MVLL jamás le darían el nobel de literatura. No sé si MVLL se habría resignado a no ganarlo, pero lo que sí sé es que yo me había resignado a no verlo ganar, a pesar que desde mi experiencia literaria, breve y fragmentada, desde que lo conociera, creí que merecía ganarlo. En realidad mi resignación no era más que una estrategia vital que me permitía soportar la mezquindad del jurado del premio nobel.
Tal es así que esta vez, justo esta vez, no he estado al tanto de los resultados del nobel; y esta vez, justo esta vez, es cuando se lo gana. Ironías de la vida. Recuerdo que en Puerto Rico, cuando argumentaba que MVLL se merecía el nobel de literatura, la mayoría (tal como también sucede en el Perú) argumentaba que no, porque el hombre era (neo)liberal, o porque había renunciado a la izquierda, o porque era de clase alta, o porque le había propinado un puñetazo al nobel colombiano, etc. Todos los argumentos expuestos tenían un matiz común: eran argumentos extraliterarios. Y claro, el que fuera eternamente nominado al nobel de literatura y el que eternamente no se lo (conce)dieran, operaba como un certero espaldarazo pro argumentos extraliterarios, mientras a mí me provocaba un sentimiento de frustración e impotencia: si por mí fuera le doy el nobel sin pensarlo dos veces. Pero no, yo no existo , en absoluto, para la maquinaria operativa del nobel; por lo que no me restaba más que mascullar a solas el deseo de ver un día en todos los noticieros del mundo la noticia: MVLL gana el premio nobel de literatura.
No discuto si es la mejor noticia que han tenido los peruanos en muchísimos años, pero sí confieso que es la noticia que ha suscitado en mí una alegría tan infinita como la tristeza que me causó la noticia del fallecimiento de José Watanabe. Para mí es una noticia sin parangón, una noticia que creí jamás escucharían mis oídos. Nunca deseé tanto, nunca defendí tanto y con tanta pasión un bien para otro como me ha sucedido con el premio nobel de literatura para MVLL. ¿Por qué?: porque simplemente lo admiro, desde las calles de su mundo literario, desde ese mundo ficcional, desde ese mundo que me ha dado tanto. La literatura es la literatura, y punto. He ahí el sustento de mi admiración incondicional, desinteresada. He ahí el impacto de Los Cachorros (y los Jefes) en mi juventud, y para siempre. De ahí que si MVLL esto, que si MVLL lo otro, poco importaba después de que MVLL había calado en mi vida desde sus avenidas literarias. La literatura es la literatura, y punto. De ahí quizá que jamás he podido negarle, y mis allegados lo saben, la trascendencia literaria de MVLL. De ahí que los argumentos extraliterarios no operaron en mí como elementos de apantallamiento, como elementos de (pre)juicio trasnochado que no hacen sino legitimar la otrora eterna negación del nobel de literatura a MVLL. Qué importa (es un decir) el MVLL político, el MVLL pensador, si con el MVLL literato es más que suficiente (y justo) para evitar ningunearle el nobel de literatura.
Mi admiración por MVLL ha sido tal, que es uno de los tres o cuatro seres que admiro. Creo, que por fin el jurado del nobel o dejó de lado los criterios extraliterarios o bien los ha aceptado (masticado) para concederle el nobel de literatura a uno de los mejores y más prolijos escritores del mundo (no sólo del Perú). Al fin, después de más de dos décadas, el jurado del nobel ha hecho justicia. Al fin el premio nobel ha borrado de su lista de omisiones históricas una omisión que desde ya lo perseguía como una sombra. Esta vez, como pocas veces sucede, el premio nobel, como ya otros lo han expresado, se ha premiado como nunca así mismo. Pero, al fin, este otro cholo universal ha conseguido el premio literario universal por antonomasia, premio que no legitima la calidad literaria de MVLL, sino que simplemente le hace justicia; lo pone en la vitrina del mundo entero, en los más insospechados escaparates de difusión literaria. Al fin, sí, al fin, aquel escritor que despierta pasiones polarizadas y diversas, no consensuales como tantos quisieran, ha recibido el nobel de literatura. Sí, al fin; luego de tan larga espera; al fin de una espera, que en mi caso procuraba olvidar por injusta. ¿Qué dirán ahora los que rogaban que no le dieran el premio nobel de literatura a MVLL? : unos, olvidando el pasado, se subirán al tren llamado MVLL a celebrar; otros, por aquello de no torcer el brazo, persistirán estacionados en sus prejuicios extraliterarios; otros, estacionados en el desdén y/o en la mezquindad, dirán que da igual, que no es para tanto… y un par, sólo un par, estacionados sobre la literatura misma, convencidos de su propia exégesis literaria, sentenciarán que la obra de MVLL no merece tanto.
El día domingo, 27 de julio de 2008, asistí a la 130 Feria Internacional del Libro de Lima, donde se presentaba MVLL. Sólo fui por verlo, en persona. Como un fan enamorado, como un niño a empujones me procuré un lugar cerca de él. Claro, me hubiera gustado tocarlo, pero no me fue posible por la turba de gente que ostentaba lo mismo que yo. Así que me contenté con estar a cinco metros de distancia. Como le comenté a mi esposa, quien me acompañaba, yo quería ir a la feria con el sólo fin de poder ver en persona al escritor peruano que más admiro, al escritor peruano que cada año a año le niegan lo que hace más de dos décadas debieron darle: el premio nobel de literatura. Recuerdo que bromeaba (pues me había resignado a que MVLL nunca ganara el nobel) que me iba a la feria a conocer al futuro premio nobel de literatura. Recuerdo que haciendo mañas levantaba mi cámara por sobre las cabezas de los que estaban en mi delante para poder tomarle una foto, pero nada. Para lograrlo no se me ocurrió mejor idea que propinarle un empujón a la señora que delante de mí se desvivía por lograr ver a su héroe. El empujón fue tal que la señora pegó un grito que hizo que todos hicieran silencio. Entonces pude ver que MVLL se puso a buscar con la mirada el lugar del tumulto, y entonces fue que sucedió el milagro: MVLL, sí, MVLL posó su mirada, clavo sus ojos (por uno o dos segundos) directamente en los míos. Durante ese par de segundos no hice sino abrir exageradamente los ojos si como si con ello intentara retener su mirada, y prolongar aquel par de segundos al infinito. Durante el recorrido de la feria no hice más que torturar a mi esposa con mi letanía: ¡MVLL me miró a los ojos! Y me desvivía por hacerla comprender lo extremadamente importante que había sido para mí esa mirada. La feria, fue inevitable que no se redujera a aquel breve suceso. Tal es así que no veía la hora de llegar a casa y sentarme a escribir un artículo al que titularía El día que Mario Vargas Llosa me miró a los ojos, y que pronto colgaría en mi blog. El artículo, por gajes de la esclavitud moderna, si bien lo empecé, jamás lo acabé de escribir, y por supuesto, jamás lo publiqué en mi blog. El que MVLL, uno de los más grandes escritores peruanos, me hubiera mirado por un par de segundos, fue, simplemente algo increíble; el que ese par de ojos, que atestiguaron el nacimiento de grandiosos mundos literarios como Los Cachorros, Conversación en la catedral, La Fiesta del Chivo, se hubieran posado sobre mi casi inadvertida humanidad, aunque sólo sea por un par de segundos, fue simplemente un milagro, un honor infinitamente inmerecido e impagable. Aunque honor a la verdad, sino hubiera sido por la llegada del nobel de literatura al Perú o a MVLL que es lo mismo, El día que MVLL me miro a los ojos quizá jamás hubiera salido del anonimato; pues la llegada del nobel de literatura al Perú o a MVLL, que es lo mismo, ha hecho posible que yo sacara tiempo del tiempo que hace tiempo no tengo para al fin terminar de escribirlo, claro, aunque de modo distinto. Son, si la memoria no me traiciona, además de mi esposa, los poetas Ricardo Ayllón (Chimbote) y Antonio Escobar (Guadalupe), los únicos testigos de la existencia de esta anécdota; es a quienes habría contado sobre la existencia del no nato artículo; desde una perspectiva actual, pareciera que en su momento sembré testigos a priori, como si sospechara que un día sucedería algo que haría poco creíble el que mi anécdota elevada a categoría de mito es producto de mi admiración y no del arribismo; sólo espero que mis tres circunstanciales testigos corroboren mi historia.
No me avergüenza decirlo, con Los cachorros me sucedió lo que me sucedió con Trilce; no los entendía un carajo. Es más, a ambos textos los abandoné casi de inmediato, la primera vez que intenté leerlos. Pero menos mal que no los abandoné del todo. En mi interior se fraguaba una batalla bizantina entre dos argumentos que cada uno a su modo justificaban mi experiencia lectora negativa: (1) mi ego lacerado argüía que los textos eran simplemente malos, (2) mi conciencia argüía que mi nivel de lectura era simplemente pobre respecto al que ambos textos exigían. La supremacía de la segunda posibilidad sobre la primera, o de la conciencia sobre el ego, fue lo único que me permitió, a la larga, acceder a ambos mundos ficcionales y poder disfrutarlos, la segunda posibilidad me permitió comprender de una vez por todas que la literatura era infinitamente mucho más de lo que hasta ese momento había conocido. La literatura, desde entonces dimanó en un mar bullente y contradictorio, en un mar irreverente tanto en su forma como en su fondo.
Que si MVLL es de izquierda, de centro o derecha, que si es de abajo o de arriba, que si es del costado o es del medio, que carajo importa. Pero claro, es humanamente entendible que hubieran preferido que el nobel de literatura peruano fuera de izquierda los izquierdistas, de derecha los derechistas, etc. Pero, la realidad ha sido simplemente dictadora, castrante, y ha decido que esta vez (en nombre de decenios futuros) el nobel de literatura recaiga sobre un MVLL decretado, casi unánimemente, neoliberal. Imagino lo infinitamente felices que han de estar por añadidura todos los neoliberales, incluidos los neoliberales que ni siquiera han leído a MVLL; como también imagino, lo infinitamente infelices que han de estar los izquierdistas, por ejemplo, incluidos los izquierdistas que no han leído a MVLL. Sí, porque en el Perú, opina hasta aquel que desconoce por completo el objeto que es materia de opinión; es decir, opina hasta el inopinado, lo cual es una contradicción, ¿no? Yo, me curo en salud, y confieso que mi opinión optimista y positiva sobre el depositario del permio nobel de literatura 2010, y por ende la felicidad coyuntural que me salpica, se sustenta en la breve parcela literaria que he leído del nobel peruano, cuando éste aún no era un nobel de literatura, aunque ya era peruano. Claro, decir, post premio nobel, que MVLL es un genial escritor, resulta simplemente conveniente, cuestión de supervivencia. Y no lo dudo, éstos florecerán por miles. Tanto, que llegará el día en que todos los peruanos, y por qué no el mundo entero, dirá lo genial escritor que es MVLL al margen de si lo han leído (algo, aunque sea) o no; es decir, inopinadamente repetirán que MVLL es un genial escritor porque simplemente la academia sueca así lo ha decretado. Sucederá algo parecido a lo que sucede con Cesar Vallejo: ¿quién es el mejor poeta del Perú?: Vallejo. ¿Has leído a Vallejo?: No. Increíble letanía, pero cuasi cierta. Es lamentable que la mayoría necesite para poder enorgullecerse de sus héroes, que éstos, primero sean legitimados por alguien de y/o desde afuera, alguien a quien implícitamente consideran superior.
En fin, mi admiración infinita por MVLL no me priva confesar, para beneplácito de sus detractores, lo que hace un par de años dijera en algún blog: si algo casi no me gusta de MVLL es el título, sí, sólo el título de su penúltima novela: Travesuras de la niña mala. Algo no auspicioso debía decir sólo por aquello de aplacar un poco el dolor de los dolientes gratuitos que accedan a este texto celebratorio, a este texto admirativo.
MVLL, gracias por compartir conmigo tu universo ficcional; y sobre todo, gracias por gastar tus ojos, aunque sea un par de segundos, mirando a los míos.

Tuesday, September 28, 2010

Valdelomar, tu mamá también fue mi mamá

Tristitia es otro de aquellos poemas que me causan una envidia aunque infinita, sana, por no ser yo quien lo ha escrito . Cuánto hubiera dado por haber escrito Tristitia, cuánto hubiera dado por ser su autor. ¿Cómo hiciste Valdelomar Pinto, desde el Palace Concert, para escribir un poema con tanto sabor a nostalgia, a hogar, a mar?

Tristitia, Valdelomar, palabra hermosa, que por sí sola suena y sabe a tristeza, a nostalgia...

Tristitia, poema donde mi mamá, Valdelomar, aparece llorando mi ausencia.

Aquí aquel poema que despierta en mí todos los recuerdos que un día le pertenecieron a Abraham Valdelomar Pinto, aquel inquieto literato peruano que el año 1918, a pocos meses de su muerte (1919), estuviera de visita por mi pueblo, Guadalupe.

TRISTITIA

Mi infancia, que fue dulce, serena, triste y sola,
se deslizó en la paz de una aldea lejana,
entre el manso rumor con que muere una ola
y el tañer doloroso de una vieja campana.

Dábame el mar la nota de su melancolía;
el cielo, la serena quietud de su belleza;
los besos de mi madre, una dulce alegría,
y la muerte del sol, una vaga tristeza.

En la mañana azul, al despertar, sentía
el canto de las olas como una melodía
y luego el soplo denso, perfumado, del mar,
y lo que él me dijera, aún en mi alma persiste;
mi padre era callado y mi madre era triste
y la alegría nadie me la supo enseñar.

Saturday, August 28, 2010

Los signos de un poeta motupano...

Comparto con ustedes cuatro poemas del libro inédito CUATRO IMPERIOS O ESTÉTICA DE LAS REVELACIONES del poeta motupano, CROMWELL CASTILLO CABREJOS. Este poeta (amigo) ha irrumpido en la escena literaria lambayecana (y nacional) desde la plataforma virtual. Y lo ha hecho con tal fuerza y pasión que le ha sido inevitable no despertar en aquellos que sufrían (de) modorra y molicie cibernética, sentimientos oscuros, encontrados; su mérito colateral, haberlos despertado, haberlos hecho correr. El plato gourmet está servido, pruébenlo ustedes mismos.


FUEGO

A los amigos poetas Armando Arteaga y José Briceño Berrú


2

Fuera de la ciudad

tu ojo no puede devorar el Fuego de las revelaciones.

Todo testimonio de luz

reverbera en la niebla deseoso cántico

donde ruinosas estaciones te columpian secretamente.

El precipicio es indivisible. El férvido imperio

enraíza en el cuerpo su danza

para una nueva alteración.

Todo círculo trazado en tu ojo se remonta al vértigo.

Entonces la genética del Fuego se advierte

en esa virtud de no amar

el universo de las flores bellas.

Niega la artificialeza del sueño insuficiente.

Ruptura la falsedad en esta fracción de tierra posible.

Bajo el filo de tu pregunta fundamental

he lanzado una inminente botella al camino.

Dentro de ella trozos de papel son pugna

y desenlace:

El nuevo fulgor contenido

irá convirtiendo en magma

perenne

lo indecible.


4

Afuera,

la ignición de la hoja en blanco es incesante.

La ceniza nos hace irremediable naufragio.

Peregrina dentro

como lenguaje que dispone los vacíos.

No sueña su Fuego:

Lo es eterno

en la anunciación de la próxima muerte.

Es Fuego aprehendido.


7

Llegar a la luz elemental.

Llegar a la orilla donde arena húmeda

sostiene nuestra incertidumbre.

La ventaja de emigrar al Fuego

es no prescindir del ruido de sí mismo.

En medio de nosotros, la fogata

fragmenta la oscuridad inicial

y entiniebla los rumores del agua colindante.

La respuesta es superficie iluminada:

No temamos al origen de la piedra.

La más reciente manifestación de tragedia

ahora es gozo y mística de resistencia.

El viaje al Fuego es un conocimiento radical y llano.

Aunque variable y sonoro es el mensaje del agua

las llamas han alcanzado elevación de cántico silvestre.

Nuestra condena no es ligereza natural,

es sonido voraz que la vida debe decir para siempre.

Desde aquí hemos merecido los giros del propio ruido.

En el día nuevo, todo mensaje es un desplome:

La espaciosa agua no pudo llevarse nada.

Hay brasa y ceniza en todo intento de Fuego:

Todo está intacto.

Es que somos nada.


9

No.

El Fuego no es el signo de morir con importancia.

Es resistirse

bajo la hoguera del sol latente

y celebrar la sombra.

Entonces prepara para la noche la sangre

de heredados rituales

si el delirio cobra de sí su último aullido transparente.

Las calles son una revolución discreta y profunda.

Dentro de nosotros

también la consecuencia define el orden y el dominio.

Ama la ciudad,

ámala guardián en su abundancia

y busca lo imposible: Florece en el cemento.

Arrójate al designio de agrietar los labios

sin importar el lenguaje monótono del nuevo día.

Ensaya viejas laceraciones cuando despiertes:

Saber bifurcar los miedos es punzar el sueño

de los que abrevian la angustia impunemente.

Por eso

coge tu abismo y calla tu Fuego.

Es mejor atravesar las horas contenidas

con la magia mortal de una pregunta ardiente.

_______________________________


CROMWELL CASTILLO CABREJOS

[Motupe – Lambayeque. 1981]

Ex miembro fundador del Grupo Literario Signos. Es artista plástico y diseñador gráfico. Ha obtenido algunos premios literarios. Ha publicado “Agua” y “Transfiguración o el sonido” en SIGNOS (Tiro de Gracia Editores - Chiclayo, 2007) y “¿Dónde acaso es camino?” en DEMOLICIÓN DE LOS REINOS (Sol Negro Editores – Lima, 2010). Trabajos suyos aparecen publicados en revistas físicas y virtuales de Perú, Venezuela, Chile, Argentina, México, Estados Unidos, España y Francia.

Dirige la bitácora: http://gambito-de-rey.blogspot.com

E-mail: cromwellpierre@hotmail.com

Monday, July 26, 2010

Ser o no ser...poeta

¿Quién carajo decide si alguien es o no es poeta? ¿Quién carajo certifica a los poetas? ¿Qué instrumentos, qué criterios se utilizan para tan honorable trabajo? Pregunto ésto, debido a que existe tanto, pero tanto poeta que ya tengo mis dudas sobre su real existencia. Pareciera ser que los poetas nacen por generación espontánea, por autoproclamación, por ego, por moda, por status, por cojudeces, etc.

Mi incertidumbre se resume así:

Primero: ¿Cómo saber, con certeza, si se es o no se es poeta?
Segundo: ¿Cómo saber, con certeza, si se es mal poeta o se es buen poeta?
Tercero: ¿Es lo mismo no ser poeta que ser mal poeta?
Cuarto: ¿Si se escribe circunstancialmente poesía se es poeta?
Quinto: ¿Si se escribe siempre mala poesía, se es mal poeta o se es no poeta?
Sexto:
¿Para qué un poeta malo más si un no poeta equivale a lo mismo?

Principio de la certidumbre poética: El que no escribe poesía no es poeta
Principio del poeta implícito: poeta malo, aunque malo, poeta
Principio de equivalencia poética: Un poeta malo equivale a un no poeta.

Todo ésto se resolvería si un día a alguien se le diera por inventar un poetómetro.
¿Se imaginan someter a los poetas consagrados al poetómetro? ¿Se imaginan someter al poetómetro a aquellos poetas que se llenan la boca diciendo lo genial poeta que son? ¿Se imaginan las consecuencias que traería este pequeño, pero revolucionario invento? ¿Se imaginan al poetómetro emitiendo un sonidito (tu-tu, por ejemplo) cuando el "poeta" en cuestion realmente resulta que no es poeta? ¿Se imaginan la cantidad de detractores poniendo en tela de juicio el veredicto del inefable poetómetro? ¿Se imaginan...?

Nota: no lo tomen tan en serio; la poesía de vez en cuando sabe (o debe) sonríerse.

Wednesday, June 02, 2010

Signado entre alcohol y poemas una noche de miércoles

El sentimiento de pertenencia es inherente al ser humano. De ahí que nos alegremos al ser considerados como parte de un colectivo.

Conocí a los cuatro Signos originales (Cromwell Castillo, Ronald Calle, César Boyd, Abad Ascurra), si la memoria no me traiciona, como suele hacerlo, despiadadamente, el mismo año que Signos nació, una noche que coincidimos en cierta lectura poética en al local de la municipalidad de mi pueblo natal, Guadalupe. La química, léase etílica, fue inmediata; tras el recital terminamos en plena plaza de armas, conversando de lo aquello que nos une y nos apasiona, la literatura, animados por el olor del rito etílico que nos dimos cuenta también nos unía y apasionaba, hasta que el sol se asomó de nuevo por las calles de Guadalupe. Desde entonces hemos seguido en contacto físico, virtual y por supuesto, etílico. Desde entonces nos hemos sentido amigos, nos hemos sentido estar del mismo lado, juntos, pero no revueltos.

A casi cuatro años de ese primer coqueteo coincidí con Cromwell cuando vino a ofrecer una lectura poética en poesía de miércoles, en el Chaska (Trujillo, mayo 2010). Y como no podía ser de otra manera, fieles a nuestro rito etílico, después de su lectura compartimos la mesa, léase el alcohol; a la cual se aunaron César Olivares, David Novoa y todos los poetas del grupo literario Legión de Trujillo. No sé si Cromwell y Legión bebieron hasta que el sol se limpió las legañas por las calles de Trujillo, pero César, por motivos hogareños, David, por motivos alimenticos, y yo, por motivos de esclavitud laboral, abandonamos, aunque a tiempos distintos, la mesa poco después de la media noche. Fue aquella noche en que Cromwell, no sé si a nombre colectivo de Signos o a nombre personal, emocionado (conmocionado, ahogado) por el alcohol me hizo extensiva la invitación para formar parte del grupo literario Signos. Entonces como las reinas de belleza cuando ganan un certamen le respondí emocionado: no me lo nesperaba, bla, bla, bla. Aunque me hice el difícil, claro: pucha, pero voy a caer cargoso, ¿por qué?, ya parezco puta, pertenezco a el Sótano 00931, a Namul, al Gremio de Escritores del Perú, a RUNAKAY, no hermano, no te preocupes, me consoló Cromwell, creo, propinándome un par de palmaditas en el hombro izquierdo.

En realidad recién paso a formar parte del grupo literario Signos, aunque desde siempre (hace 4 años) yo he pertenecido a su grupo de amigos, como ellos lo han pertenecido al mío. En ese sentido, hoy, tras la invitación, mi inclusión formal y etílica a la lista de la tribu letrada me parece casi natural.

La inclusión literaria sucedía sin haber pagado una deuda que había contraído gracias a Signos, conmigo mismo: al poco tiempo que salió al aire el primer poemario de Signos me prometí escribir una nota crítica sobre el mismo. Pero, otra vez, por razones de esclavitud moderna, apenas esbocé la nota, y apenas realicé los lineamientos generales. Me arrepiento no haber concluido la nota, y más aún no haberla publicado antes de convertirme, bajo le complicidad de una noche etílica y de miércoles, súbitamente en un signosiano; pues, aquel balance literario positivo que dejaba entrever en mi nota crítica, hoy, sería achacado, por las mentes malévolas como un texto cuyo único fin sería pagar tributo de inclusión tribal. Bajo estas circunstancias, mi nota, no dejaría de ser vista como producto del tribalismo cómodo y trasnochado. Entonces no me queda más que recurrir a cierta creencia personal que trasciende a mi nota y que habla en nombre del balance literario positivo que tengo de Signos: en la literatura, existe una ley de selección natural, inherente; un filtro discriminante, insobornable (a prueba de alcohol): dentro de la esfera literaria sólo llegan a ser mis amigos aquellos que desde mi sistema de ignorancia y/o conocimiento, desde mi sistema de pobreza y/o grandeza literarios los considero mejores que yo, literariamente hablando. En otras palabras, mis amigos literarios, a lo más son tan malos escritores como yo; punto. Y los Signos, desde mucho antes que me incluyeran a su tribu, ya eran mis amigos. No ha de faltar el malvado que diga, por aquello de ultrajarme: con ese triste criterio de medida, medio mundo resulta tu amigo literario. Yo preguntaría: ¿qué escritor, por más malo que sea, según opinión de medio mundo, se considera malo, sin titubear, así mismo? Recuerden que a los poetas les sucede lo que a los bailarines y a los profesores: todo bailarín cree que baila de la pm, todo profesor cree que enseña de la pm, no hay punto medio.

Con estas palabras agradezco mi inclusión tribal a uno de los grupos literarios más consistentes del norte peruano; un grupo de poetas que ha tomado la palabra por las astas para hacerla bramar a su antojo. Sin importar si la inclusión ha sido obra personal y dictadora de Cromwell u obra colectiva y democrática de Signos (ja), no me queda duda que he sido signado, para siempre, entre alcohol y poemas una noche de miércoles.

Robert Jara
Trujillo, 02 de junio de 2010

Tuesday, May 25, 2010

Un encuentro con las letras en Pacasmayo...

Por: Víctor Gómez Ruiz
vagopoeta@hotmail.com

Estaba nervioso, la persona que debería dejar el escenario acondicionado había desaparecido, lo llamaba por celular y no respondía. Jorge Tume llegó con su cargamento de libros de INFOLECTURA Me desesperé por que no me gusta que los invitados lleguen cuando no está listo todo, pero me alegré al darme cuenta que era cierto que los niños y jóvenes de la provincia tendrían la oportunidad de comprar libros a precios realmente populares; Jorge entiende que se trata de hacerlos leer, más allá de reducir los márgenes de ganancia. Bethoven Medina estaba en algún rincón de Pacasmayo, escondido para que en su chamba no sepan que se escapó para venir a un encuentro literario. Alfonso Sánchez me tenía en ascuas, cada que lo llamaba estaba “entrando a la Provincia de Pacasmayo” (creo que no sabe dónde empieza realmente). Bethoven llegó, también los alcaldes aldea y Lingán, Alfonso se retardaba, las chicas encargadas del buffet se movilizaban tal y conforme lo habíamos programado. Roland Aldea, nuestro alcalde Provincial y Juan Lingán alcalde Distrital conversaban con Antero García y cada que yo merodeaba el ambiente de la Dirección me dirigían miradas inquisidoras. ¡No hay más! Dije ¡Empezamos! Que Alfonso llegue luego, felizmente no tardó mucho.

Bajo el toldo el marco era impresionante, más de doscientas cincuenta personas, entre niños, adolescentes y docentes esperaban ávidos el desenlace. Luego de las formalidades del protocolo los escritores se adentraron en las movedizas arenas literarias. Bethoven Medina hizo gala de su oratoria reposada y se dedicó a describir lo que debe ser un escritor formal y responsable, desterrando la idea equivocada (a la cual muchos escritores hemos contribuido), de que ser escritor significa ser un marginal que se desperdicia en el alcohol y termina aislado de una sociedad que lo quiere lúcido y aportando su sapiencia. Hizo poner al auditorio de pie y les entregó un entretenido abrazo que ellos mismos se dieron. Aplausos para el consagrado gordo.

Luego Jorge Tume puso de manifiesto toda su contestataria concepción del sistema en el que nos obligan a vivir y, como buen director de INFOLECTURA, convenció al auditorio que no hay mejor inversión de tiempo que el leer. ¡Todos de acuerdo! Pinceló su actuación con algunas anécdotas de Vallejo y otras de cosecha propia cautivando a un auditorio, al extremo que fue el que más preguntas tuvo que responder.

Pausado y sereno Alfonso Sánchez nos entregó un calmado “Piélago de Palabras” y con su acento romántico arrancó algunas risas del respetable. Terminó leyendo un hermoso poema de su obra “Sortilegios” y luego sentado junto a sus colegas fue absolviendo una a una las variadas cuestiones que hicieron los atentos alumnos.

Lamento sí que algunas instituciones no enviaran a sus alumnos (¿Qué pasa con mi colegio “Antonio Raimondi”). Y felicito a quienes de lugares alejados como Guadalupe, San José y Jequetepeque hayan dicho presente.

El encuentro Literario “El Escritor Frente al Alumno” sirvió también para comprobar que la cultura es un buen punto de confluencia y armonía entre sectores que cumplen un rol diferente en la sociedad, Cementos Pacasmayo abandonó sus predios industriales y nos acompañó en esta hermosa aventura, su huella señera permitió que nuestras autoridades municipales de las corporaciones distrital y provincial se sumaran con verdadero entusiasmo.
La I.E. “Gonzalo Ugás S.” demostró que la luz literaria puede permanecer encendida junto al mar y que los niños y jóvenes necesitan espacios como estos para poder combatir a los demonios que abundan, los que asistieron al encuentro saben que se les puede aniquilar con una cuchillada hecha de versos , palabras y amor.

Friday, May 07, 2010

Oquendo de Amat, mi mamá fue tu mamá

He leído muchos poemas dedicados a la madre a lo largo de mi vida, pero desde aquella tarde que leyera aquel poema Madre, bajo la fronda de mis dos sauces que murmuraban en el corral de mi casa, del entonces para mí desconocido poeta, Oquendo de Amat, ningún otro poema a la madre ha logrado conmoverme tanto, ningún otro poema a la madre se instalado con tanta firmeza en mi pecho, ningún otro poema ha envuelto entre palabras tan sutilmente a mi madre, a las madres. Desde aquella tarde lejana no he dejado de volver a aquel poema, una y otra vez, y cada que vuelvo me conmuevo más, y más; cada vez que vuelvo a aquella manta de palabras viene hacia mí la imagen nítida, limpia, hermosa de mi madre morena; entre el sonido de las hojas, me invade una paz, me invade una nostalgia infinita.

Cada vez que vuelvo a aquel poema no puedo evitar sentir unas ganas infinitas de haber sido yo quien lo escribiera. Pero no me queda más que envidiarte Oquendo, amigo de letras, por que tuviste la dicha de hilvanar aquel poema a mi madre, a mi gorda, a mi morena, mucho antes de que yo naciera, mucho antes de que ella naciera. Entonces no puedo evitar pensar, y creer, entre sonrisas traviesas, que mi madre, ¡que mi madre, Oquendo, tuvo que ser tu madre!, ¡no pudo ser de otra manera! ¿Sino, por qué mi madre brota de entre tus palabras, y me abraza, cada vez que visito tu poema? Eso explica, Oquendo, el cómo fuiste capaz de hilvanar, sentado al filo de algún recuerdo, un poema simplemente memorable, infinito.

Será difícil superar tu poema, Oquendo, será muy difícil aprehender mejor que tú a mi madre. Por eso, no me queda sino decirte, gracias; gracias por hilvanar una rosa de palabras para el ser que no sólo me ha dado la vida, sino que ha hecho un millón de malabares para que yo camine con el menor dolor posible, con la dignidad menos acribillada, con la sonrisa más contagiosa, honda y gorda.

Pero, lástima Oquendo que mi madre, mi morena, mi gorda, no entienda nada de poemas; lástima que tu rosa de palabras mi madre quizá nunca pueda olerla. ¿Pero sabes?, yo le he contado que un tal Oquendo de Amat, allá arriba en el altiplano, guarda con esmero una rosa para ella.

Aquí este poema que me ha dado tanto…


MADRE

Oquendo de Amat

Tu nombre viene lento como las músicas humildes
y de tus manos vuelan palomas blancas

Mi recuerdo te viste siempre de blanco
como un recreo de niños que los hombres miran desde aquí distante

Un cielo muere en tus brazos y otro nace en tu ternura

A tu lado el cariño se abre como una flor cuando pienso

Entre ti y el horizonte
mi palabra está primitiva como la lluvia o como los himnos

porque ante ti callan las rosas y la canción.

(De Cinco metros de poemas)