Saturday, June 30, 2007

Carta a un borigringo...

Es verdad boricua, ¿a quién carajo le importa de donde es oriunda la papa? Te cagaste de la risa cuando te dije que había miles de variedades del tubérculo peruano, ¿recuerdas? Entonces en un arranque chovinista te envié este regalito indio, indígena o andino, pero no andiano, no, no please, !no!, !puñeta!: http://www.cipotato.org/. [Con esa lógica entonces el cajón es flamenco, el Cóndor pasa es boliviano, el pisco es chileno, etc.] [¿Yo, de dónde seré?, pregunto movido por el etc. espinoso: ¿habré vivido en vano?]

¿Que qué? ¿Crees que yo hice esa página solo para sustentar mi chovinismo? Déjate de cojudeces, me debes una heineken, tal como acordamos. Y como el mundo es cruel y capitalista, a partir de hoy, cada día que pase sin que me hayas pagado deberás duplicarme el número de heinekes que me debes. La fórmula es sencilla: X= 2^N, donde N es el numero de días de retraso, y X por supuesto el numero de chelas que beberé a tus costillas. Así que apúrate, si no al cabo de 64 días me deberás tantas cervezas como granos de trigo aún le debe cierto rey al que inventara el ajedrez. !Qué rica es la chela sin gas… sin gastar, boricua! Ah, y por siaca, no creo para nada en aquello de condonar las deudas. ¿Por qué carajo mejor no se condona el hambre o la tristeza…? Si el hambre se vendiera habría abundancia de ricos.

Claro, soy renuente a todo, menos a aceptar cerveza. Recuerda. al comienzo fue el alcohol ¡Oh, divino tesoro!

Un beso, digo un abrazo andiano, digo andino. !Qué rápido se pegan las taras idiomáticas! Lo siento. Digo, no, no lo siento [la hipocresía siempre traiciona, de allí que odie la “diplomacia”, ¿como que por qué?: fácil, por que la diplomacia es el grado sumo de la hipocresía, ¿por qué más va a serlo?], pero no puedo con mi manía de afeitarme la lengua, manía que sustenta la escasez de amigos que padezco. Pero andiano no, ¿no basta acaso ya con indio, indígena? OK, pero después no nos quejemos, no pongamos el grito en el infierno, por que nuestro queridísimo español se empobrece! Vaya que nos gusta fabricar monstruos para después quejarnos por que nos rasguña. Sí que somos los campeones del bumerang; y eso que ese deporte aún no se ha inventado.

¿Cómo? OK , pa' que no te quepe duda de que yo sí sé quechua (es que si no sé quechua me tildan de menos peruano, algo así como cuando digo que no conozco Cusco; pero claro, si un cusqueño no conoce el resto del Perú, no importa un pepino; la condición de peruanidad es verdaderamente una cosa asimétrica, curiosa) y que sé el buen quechua (no lo dije antes por humildad, una muy falsa por supuesto [todo acto de humildad es un acto de soberbia), más falsa que bofetada de payaso, que promesa de político: lo único verdadero es el EGO, aunque infelizmente solapado) me despido con este botoncito: see you soon gays, perdón guys (total, ser gay no mata, de ser así el mundo estaría medio vacío, ¿no crees?). Babay boricua (escribiendo ingles oyendo en español)

Postdata 1:
No espero que me quieras; total, si ni yo me quiero.

Postdata 2:
Cuando llegues a tu corazón me envías una postal, me gusta la confusión (y el frío)

Postdata 3:
Dicen, que a veces la verdad no es más que una mentira en la que se ha insistido mucho. Pregúntale a un comerciante o a un político

Postdata 4:
Sinceramente estoy sonriendo, ¿tú no?

Tuesday, June 26, 2007

De autores respetables y famosos

un cuento de Robert Jara

Y llegó el catedrático al pueblo.

Yo era uno los cinco gatos que había logrado pisar una universidad, y para colmo, la misma donde enseñaba aquel catedrático. Nunca había visto a tanto vecino junto para un evento cultural. Ya recuerdo, la propaganda decía que habría agasajo.

La vaca sagrada del pueblo lo presentó. Y lo juro, sin exagerar, que se aventó tal rollo, que cuando el catedrático, de terno y corbata, empezó la magistral disertación, ya algunos se habían quedado dormidos. Para colmo, una vieja roncaba en primera fila, boquita pintada, perfumada, bracitos cruzados, alhajada. El catedrático, para el roche, carraspeó, pero la vieja, ni con el culo. Sin más remedio, luego de arreglarse sospechosamente la corbata y sin dejar de acomodarse los lentes, con ese amague cojudo que delata a los intelectuales creídos, se derritió devolviendo bombos y platillos a la vaca, a quien por supuesto había conocido hace apenas unos diez minutos. Mientras tanto, la vieja, había subido descaradamente el volumen de su magistral roncadera. Pero él no le prestó importancia: estaba bastante ocupado en retribuir con una cordial sonrisa, la sonrisa complacida de la vaca, quien era vecino de silla de la vieja. Otra vez, se acomodó la corbata y los lentes, y por si las moscas alguien no había estado atento o recién había llegado, se gastó media hora en lamerse el ojo con fruición y sadismo, él mismo; eso sí, magistralmente. No se le escapó mencionar ni una de las trece universidades, entre nacionales y extranjeras, donde había estudiado y enseñado, como tampoco dejó de forzar antojadizamente cierto grado de familiaridad, a la cual arribaba a través de los más disímiles atajos, con cuanto autor él etiquetaba de respetable y famoso; y un centenar de indiscreciones más por el estilo: como la pléyade de profesores eminentes que había tenido y la pléyade de eminentes alumnos que había formado; lo único que le faltó, por que no pudo y no por que no quería, fue mostrar su colección de desteñidos pergaminos que sustentaban su tan publicitada excelencia académica. Abundó tanto en el tema que, honor a la palabra, no me acuerdo ni mierda. Pero eso sí, cómo olvidar los magistrales ronquidos de la vieja que para ser sincero, me caí en gracia. Yo gozaba cada vez que el catedrático entre carraspeos y acomodos de lentes y corbata, reprochaba los ronquidos lanzándole miradas furibundas; pero la vieja, como siempre, ni con el…

Cuando yacía medio abandonado sobre mi silla, sacándome flojeras de los dedos, aguantando bostecitos, oí que dijo: ahora sí amable concurrencia, de frente al grano. Irónicamente fue un bendito bálsamo, y tanto, que me acomodé decentemente en mi sitio. Lo que vino, fue incomprensible, esotérico, magistral para los eruditos; lo único que sé, es que se la pasó citando y citando nombres de autores y las grandes elucubraciones mentales de éstos; según él, famosos, y por supuesto, muy respetables. La vieja, ni decirlo, seguía con la cantaleta de sus ronquidos; pero eso sí, muy respetables también; tanto, que nadie le decía ni pío. Por ratos la vaca sagrada, indignado, disimulada e infructuosamente le metía codazos para despertarla; pero eso sí, sin desatender al catedrático, quien aprobaba la medida con una sonrisa gentil y un pendejo reacomodo de lentes y corbata, sin cortar un ápice el hilo de su soberbia charla, qué cosa loca. Los ronquidos, hermosos, imán que no me deja huir despavorido. Entretenido entre la vaca, el catedrático y la adorable vieja, tardé en fijarme que un par de asistentes más hacía rato que habían caído rendidos en los brazos de Morfeo; me tapé duro la boca para que no se me escapara ni un solo hilo de carcajada; pero aún así se oyó un poquito; y lo sé por que el catedrático me desaprobó con la mirada, la cual coronó con un clásico reacomodo de lentes y corbata ¡que ya me tenía una bola hinchada y la otra a punto de reventar! Pero allí no acababa todo; el resto, a excepción de la vaca y un chato, que sentábase al fondo, libraban una lucha quijotesca, injusta, desmedida, por mantener los parpados abiertos; el flaco de mi costado graciosamente se echaba saliva a los ojos. Yo, prohibido quitarme la mano de la boca. Las citas seguían a la orden; los cuatro gatos despiertos, no hacían más que decir "sí, sí" con la cabeza; no sé si por purita inercia, para no quedarse dormidos o simplemente para camuflar y solapar la ignorancia. Mientras tanto, yo, a medida que avanzaba el tiempo oía más hermoso los ronquidos de la vieja; tanto, que llegué a sentir remordimiento por no haberme sentado junto a ella. Por otro lado, la elocuencia del "profesor" era envidiable, !vaya cuánto sabia!, !qué avalancha de ideas es su cabeza!, ! Vaya, y de autores respetables y famosos! Pero un bálsamo repentino volvió a distraerme cuando oí que dijo: eso ha sido todo respetable concurrencia, muchísimas gracias. Por diosito, lo juro, ni sé por qué carajo pero me levanté de mi sitio como si me hubieran reventado una bomba en el trasero, y me puse a aplaudir como loco. La hembrita de amarillo, al fin dejó de removerse los mocos con el dedo. Morfeo, ni darle vueltas, se palteó conmigo; y no por las huevas, pues mi furibundo aplauso le arrancó de los brazos a casi todos sus acólitos; digo casi, por que la vieja, nada que ver. El flaco de mi costado se paró aún somnoliento, creo yo, para rascarse el culo, pero hubo tal confusión que todos, uno a uno, se fueron poniendo de pie remedándolo; y el aplauso, por diosito, en menos de lo que canta un gallo, podía escucharse clarito a mil metros a la redonda. El catedrático infló el pecho; sonreíase; tenía cara de emperador romano dirigiéndose a su pueblo; aunque a ratos más bien parecía la cara que pongo tras vencer un puto estreñimiento; como nunca se acomodaba y reacomodaba los lentes y la corbata, regodeándose, moviendo la cabeza para atrás y para adelante. Todo me recordó el final de un concierto rancio y apolillado de algún pianista, disquen muy respetable y muy famoso. El aplauso inercial parecía destinado a ser eterno, infinito.

En la ronda de preguntas participaron muchos, pero claro, para transportarlo al paraíso a punta de halagos, excelente, magistral, buenísimo... Su cara, sinceramente, inspiraba una inexplicable reverencia, el humilde San Martín de Porras le quedaba chiquito, sus ojos tiritaban de gloria. Tras calcular que nadie más levantaría la mano, me atreví a levantar tímidamente la mía, congelado de miedo, claro, por que rompería el hilo de alabancia, y además por que me asusta tanto ojo clavado en mí al mismo tiempo. Quise ser mago y desaparecerme, pero nada; Luis y Dorotea que se daban piquitos en la banca del fondo me subieron la moral, a tal punto, que me animaron a paticipar: profe, dígame, por favor, en cinco palabras, ¿qué es la identidad cultural? Sonrió y me dijo, mierda acomodándose los lentes y la corbata, que era una excelente pregunta y no sé cuánta pendejada más. Tampoco sé cómo demonios, aunque me consuela el que él tampoco quizá lo sepa, comenzó con su cantaleta de citarme y citarme libros y autores respetables y famosos, e inflaba el pecho y caminaba como pavo real. No miento, citó 27 autores en 3 minutos, y es que para no aburrirme ni dormirme, en vez de atenderlo, mejor me puse a hacer estadísticas. Todos lo miraban con atención, con qué atención lo miraban, ¿cuándo acabaría?, que se apure, ya huele rico el agasajo, las tripas rechinan, y fue cuando el chato bien al arete y pelo pintado, aprovechando la leve y única pausa que el catedrático hiciera, tratando de recordar a cierto autor, respetable y famoso, prorrumpió desde el fondo: el chino podrá irse a Francia, a Perú, a la luna, a donde quiera, pero cuando vuelve, vuelve igualito de chino. El catedrático, carraspeó, le quitó la mirada furtivamente, se acomodó la corbata, y continuó con su clásica cantaleta. La vieja, abrió más la boca, le quedarían apenas tres muelas podridas, se reacomodó sobre la silla, soltó un pedo chiquito pero apestoso, y subió al máximo el volumen de sus magistrales y adorables ronquidos.

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Cuento publicado en el proyecto quipu: http://quipu1.blogspot.com/
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Friday, June 15, 2007

Para Cesar Vallejo, en el aniversario de su muerte...

Por: Blasco Bazán Vera
Miembro del Instituto de Estudios Vallejianos-Trujillo-Perú

Cuando Vallejo, la tarde del 23 de junio de 1923, pasajero de tercera, se ausentaba del Perú, ni él, ni nosotros imaginábamos que lo veríamos más.
El pantalón gris y el saco azul que vestía, eran sacudidos por el viento marino, arrugándolos como arrugado y taciturno iba su cuerpo magro, pero desafiante y paladino.
En el Perú quedaban los bellos y también, tristes recuerdos. Trabajó, para sustentarse, bajo la férula del amo de la hacienda Roma. Las aulas de su Centro Viejo, del San Juan y las de la bolivariana Universidad de Trujillo, lloraron aquel día; lo mismo hicieron las paredes de su pensión de la calle Los Huérfanos de Lima donde se desnutría a causa de la mísera alimentación que le daban.
No supieron de su viaje ni Abraham Valdelomar ni Alberto Ureta; menos Alberto Hidalgo y Alberto Guillén ni tampoco el chiclayano Juan José Lora y muchos amigos más. Vallejo partió en silencio sin más compañeros que su soledad y su suerte.
Esa ausencia sería compartida por los diarios y revistas limeñas: “El Comercio”, “La Prensa”, “La Crónica”, “Mundial” y “Variedades” de Clemente Palma a quien Vallejo, su desliz, lo convirtió en triunfo al hacerlo luego, efusivo amigo.
Partió Vallejo llevándose en su retina la imagen de José Santos Chocano y zumbando en sus oídos la contundentes sentencias de Manuel González Prada sin olvidar las señeras palabras de Antenor Orrego quien lo acogió en el “Grupo Norte” y le insufló el hálito de la victoria.
Se fue Vallejo con el corazón hechos pedazos recordando aquella noche en que llegó a Santiago de Chuco. Tocó la puerta de casa, y nadie respondió a su llamado. Su madre había muerto. La familia, dispersa; y, en esa tristeza, escribir que siente “ganas lindas de almorzar, de saborear y beber las aguas de tierra natal”.
Atrás quedaba el bochinche que hasta ahora no termina y que lo enclaustró largos días en la cárcel de Trujillo. Así, como quien nadie es profeta en su tierra, apaleado en los huesos y envilecido su espíritu, el barco “Orita” partió del Callao balanceando sus maderos llevando en él la figura universal de nuestro César Abrahám Vallejo Mendoza quien trataba de enriquecer su voluntad con las palabras de Nietzsche: “Lo que no me mata, me hace fuerte”.
Después de 21 días llegó a Francia quedándose deslumbrado por las cosas bellas que veía; repitiendo afanoso el poema “Las Flores del mal” de Charles Baudelaire. Lo decía en castellano porque de francés no sabía nada. Así, entre eufórico y pasmado se alojó en el Hotel des Ecoles, en el Cartier Latin.
Desde que llegó a Francia, en julio de 1923, supo adaptarse a las circunstancias y como un signado hombre, doblegó con sus versos la ternura de una mujer como la que encontró una media noche y le recitó al oído: “Mer crees amis: quand je mourrai, plantez un soul au cimetier (Queridos amigos: Cuando muera, plantad un ciprés sobre mi tumba). En París acrecentó su amistad con Macedonio de la Torre, Alfonso de Silva, Pablo Abril de Vivero, Mariano H.Cornejo y los hermanos Gonzalo, Ernesto y Carlos More.
Vallejo, como dice Armando Bazán, “tenía la timidez del indio en ciertos casos exhibía también la audacia, el ímpetu del español cuando entreveía la posibilidad de de un éxito, principalmente al tratarse de contrario sexo”, usó este atributo cuando en 1925 conoció a una muchachita llamada Hirondelle (Golondrina, en castellano), de quien queda prendado y convertirse en el hombre más feliz de la tierra., escribiendo luego: “Hallazgo de mi vida: Señores, hoy es la primera vez que me doy cuenta de la presencia de la vida. ¡Señores! Ruego a ustedes dejarme libre un momento para saborear esta emoción formidable, espontánea y reciente de la vida que hoy, por primera vez, me extasía y me hace dichoso hasta las lágrimas…”.
Hirondelle, la niña virginal y joven, la de los rubios cabellos. Acompaña a nuestro vate por las mejores plazas, sabrosas heladerías y casas de amigos. Hirondelle es la hembra que Vallejo buscaba y que temía pederla por la diferencia de años. La dulce voz de la niña rubia era un timbre de dulce alarma para las fibras del santiaguino que presto lamía la manita escurridiza de la francesita y lo volvía a la realidad al verla a su lado.
Armando Bazán, sobre un paseo que tuvo Vallejo con Hirondelle ,nos dice: “…Hirondelle tiene sobre su falda color lacre el saco de franela azul oscuro y el sombrero “sarita”, que sigue siendo la debilidad del poeta. A Hirondelle le gusta ver ese rostro, que es la antítesis del suyo, con la cabellera lacia al viento. “Muy bien ¡muy bien señor, rema usted como un deportista…¿Cómo aseguraba que no sabía remar?”. Mientras la transpiración le aflora a la frente, Vallejo no hace más que sonreir ampliamente, separando los carnosos labios y luciendo la refrescante blancura de su dientes fuertes”.
Esta bella niña, contra el pedido de sus padres entregó su amor a Vallejo. Se impuso sobre amargas palabras que quisieron apartarle de aquel. Ni el cambio de domicilio ni menos el confinamiento pudieron apartar de su corazón la presencia categórica del Vallejo de toda su vida. Las cartas juveniles que le escribió fueron el tierno riego hacia aquellas almas nacidas para amarse. Ella, le brindo su categoría social; él, le correspondió con su finísima personalidad y la rodeo de amigos como Juan Larrea, Pablo y Xavier Abril, los hermanos More, Julio Gálvez Orrego, Raúl de Vernuil, René Mossisson de sentida calidad humana.
Hirondelle, deja de llamarse tal para llamarse, a los 18 años de edad en que se casa con Vallejo: La señora Georgette de Vallejo. Sus bellos ojos verdes podían por fin contemplar indefinidamente el rostro cetrino y acerado del hombre que amaba. Viven en pleno centro de París para luego viajar a Moscú donde contemplan la muralla del Kremlin y la catedral de San Basilio. Regresan y vuelven para luego ya no ser aceptado, Vallejo, en Francia, por la vida revolucionaria que llevaba. Vive clandestinamente en París hasta que el gobierno le devolvió la residencia.
Cincela nuevas obras como “Los hermanos Colocho”, escribe “La piedra cansada” y pulimenta “Poemas Humanos” y “España aparta de mi este cáliz”. El 13 de marzo de 1938 dice que se va a “acostarse un momento a descansar”. Al día siguiente permanece en el lecho. Lo visitan los médicos y afirman que le pasará nada, porque “nunca se ha visto morir a un hombre que sólo está cansado”. La fiebre llega a 40º.Ya en la clínica “Villa Arago” donde lo han llevado, hay desconcierto. Así llega 11 de abril en que entra en coma para que el 15 de abril, Jueves Santo, como su poema lo había anunciado, expiró; sin poder escuchar aquello de: “No nos dejes, valor, vuelve a la vida” que le decían sollozantes su dulce Hirondelle o Georgette de Vallejo, Juan Larrea, Gonzalo More, Toto Mould Távara y el escultor chileno Cuto Oyarzum con su esposa.
El Instituto de estudios Vallejianos que preside el escritor, Dr. Adolfo Alva Lescano, ha recordado a Vallejo, en la más altruista dimensión que nuestro vate se merece. Paz en su tumba.

Wednesday, June 13, 2007

Un soneto desde Borinquen...

A Raymond Radiguet

Se mira en la acequia
(puntos suspensivos.)
-F.G.L.-


las amígdalas de la luz atisbé
a edad de hormonales insectos
en cafés y hoteles de la madeleine
en parís de aquel mil novecientos

veinte y con lucifer a ras del cuerpo
viejos bares y tabernas incendié
“¿a qué edad se tiene por derecho
decir: la vida ha sido en mí?”¿ quién

no emborrachó la piel de la entelequia
en el cristal de su coñac ecléctico?
¿por quién se ha de llorar en mis exequias?

nadie osará llamarme escéptico
tres días y seré en las acequias:
fusilado por dios y su ejército…

(del libro inédito: ventriloquus )

Juanmanuel González Ríos (
1977), uno de los poetas representantes de la literatura puertorriqueña actual. Obtuvo un Bachiller en Artes de la Educación en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Arecibo[1], donde fundó la revista literaria Guasábara. En 1999 se traslada a Río Piedras y co-funda junto a Jorge David Capiello Ortiz , Julio César Pol, Jorge Rodríguez, Amarilis Tavárez Vales y Carlos Vázquez Cruz, una de las revistas que estudian la literatura puertorriqueña actual: El Sótano 00931. Fungió, en el 2002, como tallerista del Instituto de Cultura Puertorriqueña[2]. Actualmente cursa estudios graduados en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras[3] y se desempeña como profesor de español y literatura. Su tesis gira en torno al discurso poético de la locura en la poesía de Edwin Reyes.

Tuesday, June 05, 2007

Sale revista ALFARERO...

La creación literaria en la región de La Libertad adolece desde hace tiempo de un medio de comunicación que permita unir al escritor y al lector con regularidad. Por eso, para suplir en parte esta deficiencia, acaba de publicarse la Revista de Cuento y Poesía “ALFARERO”, que abre sus páginas a todos los escritores sin excepción, ya sean noveles o conocidos, de la costa o la sierra, y del norte, centro o sur del Perú; pues el objetivo de “ALFARERO” es promover y difundir el cuento y la poesía en franco intercambio cultural, según expresó Diómedes Morales Salazar, editor propietario de la Revista.

En su primer número, “ALFARERO” da a conocer a los poetas Róger Lázaro Ynca, abogado de profesión, nacido en Trujillo (1966); José Valverde Llajaruna, Ingeniero Químico, nacido en Cachicadán (1964); Luis Cábos Yépez, abogado, maestro universitario y ex candidato al Gobierno Regional, nacido en San Pedro de Lloc (1937); Evelia Salazar Castillo, profesora y poeta romántica que en vida nunca publicó pero que ahora se la da a conocer, nacida y fallecida en la provincia de Contumazá (1928-1952); Alfonso Sánchez Mendoza, restaurador independiente, asistente del Proyecto de Poesía Joven de la Municipalidad Provincial de Trujillo, publicó “Catarsisphylia” (2005), nacido en Trujillo (1968); y, finalmente, hay los cuentos “El Balde de Agua” y “Que Dios la Perdone” de Diómedes Morales.

Esta Revista de Cuento y Poesía, que será presentada el Martes 12 de Junio, a las 7.30 P.M., en la Casa de la Emancipación a cargo del escritor, maestro universitario y crítico literario, Saniel Lozano Alvarado, con la presencia de escritores y artistas de la región; será difundida en los diferentes centros educativos, universidades, institutos y lugares afines a la promoción y difusión cultural de los diferentes distritos y provincias de la región.

Finalmente, el editor y propietario de “ALFARERO”, Diómedes Morales Salazar, señaló que esta Revista de Cuento y Poesía se publicará regularmente y en cada número se buscará mejorar su presentación, así como publicar a los poetas y cuentistas marginales de mayor importancia de cada localidad. Asimismo, reiteró la invitación al público en general a la presentación de dicha Revista el día Martes 12 de Junio, a las 7.30 P.M., en la Casa de La Emancipación, con la presencia de escritores y artistas que realzarán dicha actividad.
Diomedes Morales
Trujillo, Junio del 2007.