Saturday, August 15, 2009

El problema de llamarse Guadalupe

Llmarse Guadalupe, en tiempos de globalizacion es un problema. Léase, desventaja. ¿Qué tal si se llamábase Omnep, Anlape, por ejemplo?

Cuando viajé a Puerto Rico (P.R) el año 1998, en Guadalupe había sólo una computadora conectada a Internet; mientras que en P.R la conexión Internet ya era algo normal. Y fue en este contexto que surge como algo lógico, natural, en mí, la idea de elaborar una página web de Guadalupe, ya movido por la nostalgia, ya movido por el fácil acceso a la Internet, ya movido por mi interés de lanzar a mi pueblo al ciberespacio para que lo conozca el mundo entero.

Lo primero que hice cuando estuve frente al computador, con acceso ilimitado a la Internet, fue buscar a Guadalupe. Recuerdo que escribí “Guadalupe”, a secas, inocentemente (ahora lo sé), en el Google; y este me devolvió ciento de coincidencias. Me alegré; pero la alegría me duró poco; se fue esfumando tras cada clic que hacía sobre los enlaces que veíanse en mi pantalla; pues todas las páginas visitadas eran sobre otros guadalupes, o sobre cosas relacionadas a estos otros guadalupes, mas ni una sola era sobre mi Guadalupe querido. Fue entonces que emprendí una búsqueda larga y permanente. Y desde entonces, bajo qué criterio no habré buscado a mi Guadalupe utilizando al más poderoso motor de búsqueda, el Google, y otros muchos: “Guadalupe”, “Guadalupe Perú” “Guadalupe La Libertad” “ Guadalupe Pacasmayo”, “Pakatnamu”, “Namul”, “Anlape”, etc. Pero nada, Google no se cansaba de llevarme a otros Guadalupes.

En aquel periplo de búsqueda me topé con una docena de pueblos que llamábanse Guadalupe regados por el mundo. Empecé a odiar que así sucediera. Recuerdo que el único Guadalupe de Perú que tuve noticia fue del futbolista de la U. ¿Cómo era posible que el futbolista de la U existiera en el ciberespacio y no un pueblo entero de nombre Guadalupe? Esta búsqueda adversa, frustrante, no logró desanimarse. Y es así que en mis ratos libres, en mis ratos de nostalgia, terminaba frente al computador inventando/ repitiendo diversos criterios de búsquedas. Cada vez que dejaba de buscar se reforzaba y tomaba asidero una inevitable realidad: mi Guadalupe no existe en el ciberespacio, mi Guadalupe padece de anonimato cibernético. Fue esta triste realidad la que me empujó crear la primera página integral de Guadalupe.

En una de las tantas sesiones de búsqueda (casi desesperanzadoras) recuerdo que se me ocurrió buscar por: “Raúl Nakasone”. En mi desesperación no sólo buscaba “Guadalupe…”, sino también con todo lo que tuviera alguna conexión con él. Y, bingo: aparece en mi pantalla la página personal de Raúl Nakasone (Raúl Nakasone es un profesor guadalupano que ejerce la docencia universitaria en USA desde hace mas de dos décadas); hurgué rápidamente su contenido, y fue entonces que me topé con un enlace que decía “Guadalupe”(http://academic.evergreen.edu/n/nakasonr/Guada1.htm). No pude contener mi alegría ante el hallazgo. ¡Guadalupe sí existía en el ciberespacio! Era una breve página, la cual aún mantiene la misma envergadura que tenía en el `98.

En aquella época no bastaba con tener una página hospedada en algún servidor para que exista en el ciberespacio. Buscar una página, en estas condiciones, en el inmenso océano de información, era literalmente como buscar una aguja en un pajar. ¿Qué tal si yo no hubiera conocido a Raúl Nakasone? Simplemente jamás hubiera encontrado la página en mención. Sucedía que una página cuya dirección en la Internet (URL) no se divulgaba ex profeso, adrede, en términos prácticos era como si ésta simplemente no existiese; pues era necesario a parte de hospedarla en un servidor, publicitarla manualmente; es decir, era necesario pasar el URL de la pagina a todos los contactos posibles, inscribir el URL en los diversos directorios, portales, etc. Y aún así, este arduo trabajo no garantizaba sacar del anonimato inmediatamente una página nueva. Una página cuyo URL nadie o casi nadie conocía, era similar a tener una casa cuya dirección (el cómo llegar a ella) no se la he dado a nadie. Unos anos después esta tarea manual, gracias a Google, se hizo automática; Google creo un software que reconoce y detecta automáticamente la información nueva que ha sido subida al ciberespacio, y actualiza su base de datos. Pero aún así, hay que promocionar la página personalmente, ya no para que esta sea incluida en la base de datos (en el directorio de la web) sino para promoverla, colocarla en un lugar privilegiado de la base de datos, y su ubicación sea mucho mas fácil y directa.

Tiempos después fui hallando otras páginas donde se mencionaba, se hacía referencia tangencialmente a Guadalupe; situación que se testimonia en mi página (renovada) sobre Guadalupe:

"Este tributo se encandila debido a tu presencia diminuta y fragmentada en el ciberespacio. Es frustrante buscarte por horas, utilizando los mas poderosos "ingenios de búsqueda cibernética" y tan sólo encontrar fragmentos, tímidos aristas, leves pinceladas y jirones de tu carne esparcidos por disímiles rincones.

Sólo anhelo con este sencillo tributo estampar tu peculiar personalidad e idiosincrasia en el ciberespacio, como un todo, como un ente integral, sistemático y vivo: todo de ti en un solo sitio.

Para tal empresa, por supuesto, también he predispuesto del material informativo disperso por toda la red, por lo que profeso un reconocimiento colectivo.

Una vez creada mi página Guadalupe, Tierra Milenaria el siguiente objetivo fue posicionarla en un lugar privilegiado en el ciberespacio, en el índice de búsqueda de Google. Este trabajo no ha sido en vano, al cabo de unos años mi trabajo ha rendido algunos frutos: he visto posicionarse a Guadalupe, poco a poco (y en particular las paginas por mi administradas), hasta verla parecer sin mucho problemas tras hacer una búsqueda simple. Hoy es algo natural buscar en Google “Guadalupe Perú” y esperar que aparezcan los diversos enlaces a páginas sobre Guadalupe, a la vez que parece increíble creer que en el `98 bajo este mismo criterio no aparecía casi nada especifico; he visto también al correr de los años, con alegría (y con tristeza,) que otros cibernautas alimentan sus páginas desde la mía (es decir, usan la información consignada en Guadalupe, Tierra Milenaria sin siquiera mencionarla: el típico silenciamiento casual o adrede); me he enterado, también, por terceros, que mi pagina es visitada frecuentemente por los alumnos de las diferentes escuelas y colegios de Guadalupe para realizar la tarea que sus profesores les encomiendan. Esto ultimo no permite que olvide mi compromiso de mejorar mi pagina, especialmente en cuanto a información básica se refiere; lamentablemente resulta que no es tan fácil mantener una pagina sin el apoyo de terceros (el cual, por cierto, nunca lo he tenido), pues me demanda mucho más tiempo del que actualmente dispongo."
Ya de vuelta al Perú, he seguido trabajando silenciosamente en promocionar y posicionar mejor a mi pueblo en el ciberespacio. Es gratificante para mí saber que actualmente cualquier cibernauta del mundo pueda llegar a mi pueblo con solo escribir “Guadalupe Perú” no solo en Google sino también en los diversos motores de búsqueda. Mi anhelo es que un día baste con escribir “Guadalupe” (a secas) para que el enlace que nos lleve a Guadalupe (y por qué no a Guadalupe, Tierra Milenaria) aparezca encabezando la lista de resultados que nos devuelve el Google, el motor de búsqueda mas poderoso del mundo, arrebatándole así el lugar privilegiado, que aun tienen por puesta de mano esos otros guadalupes existentes en el ciberespacio.

En este contexto es que siento molestia de que mi pueblo se llame Guadalupe, pues de haberse llamado Omnep, Anlape, etc. hubiera sido (debido a que condición de nombres propios y únicos) mil veces más fácil llegar a mi pueblo en el ciberespacio. Por ejemplo, Huanchaco, Chepen, etc., son pueblos con nombres únicos, sin par en el mundo, que no sufren la desventaja que sufre Guadalupe; es decir, basta con escribir Huanchaco, Chepen en Google para obtener con certeza todas los enlaces referentes a dichos pueblos; Guadalupe no tiene este privilegio. Por otro lado, ¿el tener un nombre (toponímico) como Anlape, Omnep, no nos ayudaría acaso a olvidar menos (sino, a olvidar a secas) el lado más olvidado de nuestra herencia genético cultural? Eh ahí las dos razones fundamentales y suficientes en que se ampara mi afirmación (ya osada, ya atrevida, ya juguetona, depende de donde y como se la mire) que me haría digno candidato para ser sacado en burro de mi pueblo, al que amo libre de vendas, libre de todo arrebato chovinista: eso de llamarse Guadalupe, en tiempos de globalización, perdonen los guadalupanistas, sí que es un problema.