Thursday, September 10, 2009

El expropiador de información


Cuando se realiza una investigación sobre un tema particular lo primero que uno debe hacer es empaparse sobre el tema. Y para lograrlo es necesario, riguroso recurrir a las fuentes, ya sean orales o escritas. Pero, ¿qué sucede si el acceso a las fuentes no es posible?

La imposibilidad de acceso a la información a veces sucede por que el que la posee no lo permite. Este circunstancial poseedor se convierte en el celoso guardián de la información que coyunturalmente ha caído en sus manos; la amarra, la enreja, la blinda para que nadie mas la posea, no escape de sus dominios. Este proceso de expropiación que sufre la información concluye otorgándole al expropiador cierta importancia cultural a la vez que congela, inutiliza, devalúa a la información misma.

El expropiador hace de la información su tesoro, su trofeo, su caballito de Troya. Y sustenta su importancia como persona en la sola posesión de la misma. En realidad amarra la información por que sospecha que ésta tiene un valor intrínseco, valor que por ósmosis termina transfiriéndose al él. Si bien, de este modo, el valor intrínseco de la información se conserva; su valor potencial pierde la oportunidad de liberarse y concretarse en la realidad, puesto que esto sólo sucede cuando la información se divulga, se democratiza, conceptos poco amigables para un expropiador. Lamentablemente, si el expropiador no hace más que poseer la información, es decir la posesión adquiere un valor en si mismo, podemos decir, en términos prácticos, que la información expropiada no existe.

La importancia inusitada que adquiere el expropiador no solo radica en la posesión misma de la información, sino también en saberse propietario exclusivo. Este gratuito poder le causa satisfacción, al igual que el gratuito poder de negar el acceso a la información. Este poder lo ejerce por medio de un solapado y falso acto de bondad: soltar la información gota a gota, a regañadientes, como quien no quiere la cosa; acto durante el cual se esmera, se asegura en clavar en la conciencia del circunstancial beneficiario la convicción de que ha contraído una deuda, de que ha sido depositario de un favor impagables, y de que por lo tanto debe una gratitud pública.

Si bien la información posee un valor intrínseco (su valor connotativo) también posee un valor potencial. El expropiador amarra la información por que sospecha, intuye, quizá sabe, acerca del valor intrínseco de la información, y en el peor de los casos, por que desea que el valor potencial de la información no se manifieste. Esta última posibilidad no es poco común. Es una posibilidad que se sustenta en el egoísmo, en la mediocridad del expropiador.

¿Qué satisfacción causa el ser propietario exclusivo? ¿Qué satisfacción causa el negar acceso a la información? ¿Qué mueve a una persona a amarrar la información? ¿Qué mueve a una persona a no soltar, no poner a disposición, no democratizar la información?