Friday, April 15, 2011

Las mayorías democráticas...

El que la mayoría respalde una opción no implica que esta opción sea la más favorable, la mas idónea. Tampoco implica que la mayoría goce de superioridad racional. El respaldo mayoritario es el factor numérico que echa andar el mundo cuando este se atasca ante algún dilema; es el factor numérico que discrimina a favor de una de las alternativas existentes, simplemente. La lógica es sencilla: es necesario elegir entra A, B, C, etc., para que el mundo se eche a rodar, se desatasque; ahí es cuando aparecen las mayorías democráticas, ahí es cuando la existencia de las mayorías adquiere justificación.

La toma de decisión colectiva, democrática, es un eufemismo que solapa y justifica la exclusión de las minorías; y prioriza, entrona, la voluntad de las mayorías. Es así como estas últimas dimanan monopolizando el devenir histórico y el “derecho a acertar o errar”. Pero, claro está, las mayorías no monopolizan la razón, ni los aciertos, ni la lucidez; como tampoco las minorías desplazadas monopolizan la sin razón, los errores, la miopía. La mayoría legitima una opción mas no le otorga calidad

Si bien las mayorías desatoran el devenir histórico eligiendo la ruta a seguir, ahí mismo acaban sus grandes facultades. Pues las mayorías son completamente excluidas de la ejecución, concreción y construcción de dichas rutas. Esta responsabilidad recae en las minorías ejecutoras, no en las minorías excluidas, si no en las minorías de de elite, de quienes depende por completo el estado final de la ruta. ¿Eso es democracia, decidir por una ruta para que otros las concreten? En este sentido las minorías excluidas sólo han de envidiarle a las mayorías el no ser un número más grande; detalle que las condena a una postergación sistemática y constante. ¿Por qué no son las minorías desplazadas las que desatoren el mundo? ¿Acaso las minorías desplazadas no tienen derecho a errar o acertar? Un número no debería negar este derecho, pero sí lo hace.

¿Pero realmente las mayorías democráticas deciden el devenir histórico?: sí, pero sólo aparentemente. Esto es lo que se ve en el escenario, es el montaje formal. Tras bastidores son las minorías de elite quienes realmente deciden todo valiéndose de la parafernalia publicitaria y de las bondades de la psicología de masas. Las mayorías lamentablemente parecen ser altamente domesticables, razón por lo que inevitablemente sucumben ante las estrategias publicitarias. Las mayorías en ese sentido resultan ser sólo una conciencia extendida o proyectada de la conciencia de las minorías de elite. Su poder de decisión es un infeliz espejismo, una cruel y simple acción inducida, una ilusión.

Las minorías de elite deciden el devenir histórico valiéndose de su médium llamado las mayorías, y de su ponderada estrategia de (in/se/re/con)ducción llamada marketing. Las mayorías democráticas sufren la ubicua ilusión de decidir; claro, sin la posibilidad de poder descubrirlo, salvo raras excepciones. Las minorías desplazadas terminan convertidas en gritos y aleteos de rebeldía e indignación; exigen el derecho al error. Así, creo, quedan burdamente repartidos los roles sociales en un típico proceso (dizque) democrático.