Sunday, May 15, 2011

La inversión del éxito y/o fracaso

¿Si un drogadicto consigue droga, será un exitoso o un fracasado? ¿Para qué persona normal este drogadicto no sería un fracasado? ¿Para nadie, verdad? Entonces permítame preguntar: ¿cómo es posible que alguien que logra lo que quiere resulta siendo un fracasado?

En un proceso de observación serio el observador deja de lado todos sus prejuicios. No manipula al objeto para que se comporte de modo tal que se cumplan sus objetivos –expectativas- personales. El observador describe –analiza- al objeto tal y como el objeto se comporta aunque dicho comportamiento resulte completamente reñido con lo que él espera(ba). No es el observador quien valida al objeto sino el objeto mismo vía el experimento. En nuestro caso, el que una persona normal espere que el drogadicto no compre droga no tiene nada que ver con lo que el drogadicto haga. Puede esperar que el drogadicto no compre droga, pero hasta ahí nomás deben llegar sus anhelos. El drogadicto resulta un fracasado por que el observador no ha renunciado a sus expectativas, es decir su juicio es prejuiciado: que no alcance la droga; expectativa que además es opuesta con la del objeto. Por tanto desde el punto de vista del objeto, que es lo razonable y correcto, irónicamente el drogadicto resulta siendo exitoso. Eh ahí el problema: el observador ha perdido la perspectiva, y ha cambiado la naturaleza propia del objeto por la que él mismo anhela.

¿Es razonable evaluar a un drogadicto en función a objetivos que no sean los suyos?
¿No sería acaso como coger a pedradas a una gallina por que no pone huevos de pato? ¿No sería acaso como pedirle peras al olmo?

No podemos reclamar como deuda una deuda que no se ha contraído. Tampoco se puede reprochar el no haber llegado a la cima cuando se propuso llegar a medio camino. El drogadicto es un exitoso desde su punto de vista y desde el punto de vista de cualquier buen drogadicto. Donde un buen drogadicto es un drogadicto que se droga como debe ser. No es ironía, lo que sucede es que el observador ha perdido por completo la perspectiva: emite un juicio valorativo respecto al drogadicto basándose en sus propios objetivos, y no en los objetivos del drogadicto como debería. Juzgar al otro sobre la base de nuestros propios objetivos es condenarlo a priori al fracaso, más aún si los objetivos del observador y del objeto están reñidos. Juzgar al otro de esta manera solapa cierto arrebato de intolerancia y/o superioridad dogmática.

Cuando los objetivos del observador y del objeto son reñidos (como los de un hijo drogadicto y los de un padre ejemplar) y el observador pierde la perspectiva (juzga al objeto bajo sus propios objetivos) el éxito del objeto, inevitablemente, implica el fracaso del observador, y viceversa. Bajo estas condiciones el éxito -el fracaso- simplemente se invierte.