Wednesday, March 20, 2013

NOSTALGIA DE BARRO por Francisco Moreno Ruiz


Conocí a Robert Jara en Huamachuco, la tierra que me vio crecer y en la que, solícita y complaciente, aún habita toda mi niñez. Volví a conocer a Robert Jara una mañana de lluvia, cuando empecé a leer su libro, escuchando el eco de la gotera, advirtiendo el progreso de aquellos hilos de agua que arañan la tierra y alimentan los ríos; una mañana donde los gatos buscaban cobijo, mientras los truenos arremetían bruscamente, y el fiero viento hacía ulular las frazadas del tendedero, cerca de un triste horno de barro, que majestuosamente y con la más alta valentía espera su muerte. Aquella mañana, Robert era un niño y, súbitamente, yo también lo era.

Nostalgia de barro es el mejor homenaje que se le puede hacer al pueblo en el que la niñez saboreó infinitas emociones, entre polvorientas callecitas, escuchando de qué manera los gallos / trizan el silencio, percibiendo un coro de pasitos / laboriosos y apurados.

Nostalgia de barro, no es un libro; es, más bien, un pueblito hecho libro. Éste se constituye de tres libros independientes: Cantata al silencio, Los abuelos de mis abuelos, y Nostalgia de Barro. Desde el inicio, uno se sumerge en un océano de recuerdos y aventuras que evocan el tiempo y el espacio, acompañado por diversos senderos, donde vemos el campo, oteamos el humo que emerge de las casas, apreciamos el vuelo de las aves. Caminamos con el poeta y sentimos su mundo, nos hacemos parte de su vida, somos uno y a la vez somos todo. Somos polvo, somos arena, somos campo, somos cerro, somos día y noche, somos abuelos, padres e hijos. Somos luna y sol, y cuando somos playa y dejamos de silbar, nuevamente, siendo sol y luna, lloramos.

Robert Jara, es consecuente y demuestra, a través de una adecuada y elaborada lírica, la grandeza de su pueblo, su identidad, su origen. El autor rinde homenaje al abuelo ancestral, la nobleza de éste y la fortaleza con la que recoge los embates del destino. También reconoce al abuelo que vino del mar.

Interroga a sus antepasados, al abuelo ancestral y al que se esconde entre la barba. Al primero le dice: Abuelo / cuéntame de tus playas / tus valles / tus cerros / de esos labios / de esos vientres / de esas tetas / en fin / de todas tus yuntas milenarias; al segundo: Por qué abuelo / saliste del mar echando espuma / por qué regaste pólvora / en vez de caricias. Robert Jara insiste y continúa: Por qué me diste el respiro / entre gallos y medias noches, entre orgullos esquirlados / robando besos / extirpando idolatrías / navegando ríos de sangre. El poeta no puede esquivar su pasado, no puede negarlo. El poeta reconoce su origen, el dolor, el sufrimiento.

La historia relata sucesos y trata de explicar, en base a fuentes, cómo sucedieron determinados hechos. El poeta conversa con los personajes de la historia, lo sigue haciendo y no se detiene, avanza y fortalece su identidad, sigue creciendo, se desenvuelve en su patria; es nieto, y continúa creciendo. Pero… / lo siento abuelo barbudo / será de mi abuelo acallado / mi lápiz / y mi voz / sólo hasta que su sangre / ya no sea un topo / ya no sea un pez / y cante / a dúo contigo / codo a codo / oreándose y / meciéndose / en las olas de mi pellejo.

En esta nueva poesía, de contexto costeño y norteño, se reúnen variados elementos. Robert Jara nos acerca a lo sublime, al dolor, a la verdad. La atmósfera se hace dulce cuando el poeta nos acerca a su niñez, nos presenta a su padre, a su madre, sus hermanos. Ama su tierra, ama su vida. Su poesía vivifica al campo, al arado, al gallo negro, a la piedra, a la tribu, al pan, al arroz, a la sopa…

Mamá mientras llora mastica un trozo de pan, un poco de arroz, un poco de sopa. Y siempre, desde siempre, alguna lágrima húndese en su boca.

Sin duda, Nostalgia de barro es un libro que nos introduce en la tierra del poeta. Somos elementos del pueblito y lo valoramos tanto como el poeta lo hace.

La sensación que queda, luego de haber leído el libro, subrayado algunos párrafos, resaltado frases, es volver a leerlo. Sin embargo, puedo dar testimonio y tener la certeza que el pueblito sigue siendo hermoso, y lo seguirá siendo. Conocer el pueblito es ahora otro de mis anhelos. Por ello, al igual que Robert Jara, el mejor homenaje que le podemos hacer a nuestra tierra es quererla y apreciarla. Somos un país muy complejo, somos una patria hermosa. Robert Jara es un ejemplo de compromiso y la difusión de su obra es importante para toda nuestra sociedad. Desde Huamachuco, enviemos un abrazo y muchos éxitos a este gran poeta.


Huamachuco, marzo de 2013

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Francisco Moreno Ruiz (Huamachuco – La Libertad)
Estudió Gestión Cultural e en el  MALI (Museo de Arte de Lima)
Estudia  Ciencias Sociales – Historia en la UNMSM