Wednesday, July 18, 2012

Cuatro más

Letras guadalupanas desde la diáspora

(Texto introductorio de la plaqueta Cuatro más, por Robert Jara)

UNO

El referente literario más antiguo que tiene Guadalupe es Pablo Edmundo Céspedes Nureña (Guadalupe, 1876 − 1948). Esto convierte a Pablo Céspedes, por justica histórica, en el patriarca de la literatura guadalupana; aunque por cuestiones dialécticas es muy probable que exista alguien que lo precedió en el oficio pero que lamentablemente su obra no se conservó y/o publicó. La obra, después de todo es el único producto-evidencia del quehacer literario, y es lo que finalmente cuenta a la hora de hacer un balance literario, a la hora de reconstruir el proceso literario de un determinado espacio geográfico.

La nómina de escritores guadalupanos, hasta antes de Cuatro más, elaborada por mi persona, teniendo como único criterio de inclusión el haber escrito y publicado (en cualquier medio) consecuentemente (criterio débil), se reducía a sólo 14 autores.

Cuatro más es una plaqueta de poesía que (re)inserta dentro de la breve tradición literaria de Guadalupe a cuatro nuevos poetas que aunque nacieron y/o crecieron en Guadalupe, resulta que: 1) viven fuera de Guadalupe, por décadas; 2) sus edades superan los 48 años, individualmente; 3) están desconectados de Guadalupe, (casi) completamente; 4) en Guadalupe nadie sabe de su existencia literaria, salvo raras excepciones; 5) son parte activa de la movida literaria de sus respectivos lugares de residencia, 6) son poetas no advenedizos. Por (1, 2, 3, 4, 5, 6) los cuatro poetas incluidos en Cuatro más y por extensión sus obras, aunque no son nuevos para el lugar donde viven (o vivieron), sí lo son con seguridad para Guadalupe. En este sentido estricto, los cuatro poetas y sus obras son un hallazgo, un descubrimiento que llega a ampliar y a enriquecer la nomina de escritores y el corpus literario guadalupanos.

Cuatro más es el espacio textual donde se hilvana un coro polifónico, al margen de las conciencias y las voluntades involucradas, a partir de cuatro voces poéticas que cantan con tono propio y seguro (en y) desde la diáspora; un coro para el deleite de la tierra que los cuatro poetas dejaron hace décadas en busca de sueños.

Cuatro más reconfigura la breve tradición literaria de Guadalupe. La nomina de escritores de Guadalupe se actualiza –con los nuevos poetas que aparecen en negrita– y queda así:

01. Pablo Edmundo Céspedes Nureña (Guadalupe, 1876 – 1948 / 02. Manuel Banda Deza (Guadalupe, 1927 – 1985) / 03. Miguel Angelats Quiroz (Guadalupe, 1937 – 1998) 04. Antonio Escobar Mendívez (Jequetepeque, 1945) / 05. Carlos Antinori Ascoy (Guadalupe, 1947) / 06. José Lozano Silva (Pueblo Nuevo, 1948) / 07. Walter Hinstroza Castro (Guadalupe, 1952) / 08. Jorge Hidalgo Rosales (Lima, 1959) / 09. Sonia Paredes Soto (Guadalupe, 1963) / 10. Robert Jara Vélez (Guadalupe, 1969) / 11. Alexander Monsefú Mendoza (Guadalupe, 1972) / 12. Víctor Campos Cruzado (Guadalupe,1975) / 13. Lucio Ríos Barahona (Guadalupe,1975) / 14. David Mendoza Rodríguez (Guadalupe, 1975) / 15. Miguel Ángel Arbildo Ramírez (Chiclayo, 1976) / 16. Iván Ruiz León (Guadalupe, 1976) / 17. Josué Vallejos Vásquez (Guadalupe, 1977) / 18. Wilder Chilón Alvites (San Pablo, 1984)

Es importante notar que a pesar del carácter condescendiente, paternalista y democrático del criterio de inclusión, la nómina de escritores de Guadalupe es muy breve para casi un siglo de creación literaria, como breve también lo es el corpus literario. Pero, breves o no, es lo que le corresponde a Guadalupe por justicia literaria e histórica.

DOS

Miguel Angelats es un caso sui géneris, sin lugar a dudas, dentro de la breve tradición literaria de Guadalupe. Por conversaciones personales sostenidas con la mayoría de los escritores vivos de Guadalupe y de Trujillo descubrí con asombro que si bien muchos habían oído que Angelats era un poeta y un excelente orador, casi nadie lo había leído (ni oído), a excepción de los que lo conocieron en vida. Entonces, colegí que se le había concedido el título de poeta y orador por tradición, fe y gratitud, seguramente. Hasta hace un lustro yo había leído apenas el poema Huida de Angelats , el cual había sido publicado en la revista Runakay (1977, Nº 04); poema tomado, según nota aclaratoria de Runakay, de la revista Espigal (1959); poema que incluí en la plaqueta Poemalia (Ediciones Namul, 2007, pag. 18). Si este era el nivel de conocimiento que tenía sobre la obra poética de Angelats alguien comprometido con la literatura, huelga decir lo que sucedería con el nivel de conocimiento de las personas no comprometidas. Esto fundaría y ahondaría mi afán por conocer y difundir la obra de este poeta guadalupano. Y es en estos afanes que algunos escritores que conocieron a Angelats en persona me ofrecieron conseguir algunos datos biográficos, algunos poemas, algunos discursos del poeta guadalupano; pero apenas lograron confirmarme lo que ya había oído: era un buen poeta y un buen orador; así como también confirmarme que lo poco que Angelats había publicado en vida lo habría hecho en las páginas del diario Norte.

No fue, sino hasta hace un par de años, que pasando asistencia en un aula de la Universidad César Vallejo, me topé con el nombre Juan Angelats; fue imposible que el nombre de mi nuevo estudiante no me trajera a la memoria a Miguel Angelats y la deuda literaria que tengo con éste, por lo que ni bien terminé de pasar lista abordé a mi estudiante. Tras la pregunta de rigor −¿Conoces a Miguel Angelats?−, Juan me dijo que no sólo lo conocía, sino que Miguel Angelats era su tío; entonces le manifesté mi afán de conocer la vida y obra de su tío, y de inmediato me dijo que podría conectarme con su prima Helga Angelats , nada más ni nada menos, que hija de Miguel Angelats. Y así fue, como hace un par de meses, tras un diálogo extenso, aunque fragmentado y poco fluido a través de la Internet, Helga, yo y Juan, nos reunimos en persona. Hablamos largo y tendido, comiendo y bebiendo. En el fragor de la conversa Helga me confesó que algunos años atrás había recopilado (parte de) los poemas que su padre publicara en el diario Norte; pues se había propuesto publicar y difundir la obra de su padre, pero que motivos ajenos a su voluntad no se lo habían permitido. Tras convencerse –me lo confesó luego– de mis desinteresadas intenciones literarias, Helga finalmente dijo lo que yo había estado esperando por largo tiempo: Robert, el próximo sábado que voy a casa, te envío todos los poemas que he recopilado de mi padre. Helga, con el apoyo de su amigo Jorge Benites , se había tomado el trabajo de fotografiar, y luego tipear en digital, los poemas de Miguel Angelats publicados en el diario Norte . Salté en un pie, sin moverme de mi silla; se me iluminó el rostro: por fin leería otros poemas del poeta guadalupano, por fin tendría poemas (prácticamente) inéditos para publicar y difundir en Guadalupe (en particular) y en otros espacios geográficos.

TRES

Una de las preocupaciones que suelo manifestar en tertulias y/o sobremesas literarias (etílicas o no) a los escritores que frecuento en el mundo literario, es la falta de un estudio (crítico) serio de la realidad literaria de Guadalupe. Este vacío cognoscitivo casi garantiza que el corpus literario guadalupano esté conformado no sólo por obras de buena calidad, sino por toda obra escrita con buenas intenciones, aunque de literaria a veces sólo tenga el adjetivo. Y, por supuesto, un corpus literario producto de la arbitrariedad, trae por añadidura una nómina de escritores conformada incluso por autores que por justicia literaria e histórica deberían ser excluidos sin tapujos. Sin un estudio académico, el corpus literario y la nómina de escritores guadalupanos estarán condenados a existir plagados de obras y autores prescindibles.

El que la tradición literaria de Guadalupe sea breve (en realidad muy breve) no es motivo válido desde el punto de vista académico, aunque sí lo sea desde el punto de vista chovinista, para sumar al corpus literario cuanta obra se publique y a la nómina de escritores cuanto autor publique, en aras de (simplemente) engrosar la tradición. Es necesario, más bien, en aras de forjar una tradición proteica y saludable que resista al paso del tiempo, decantar el corpus, decantar la nómina, sometiéndolos al rigor de un estudio académico, (auto)imponiendo criterios de inclusión fuertes, insobornables, completamente alejados de los sentimentalismos.

Ricardo Ayllón, poeta y escritor chimbotano, conocedor de mi preocupación, hace un año atrás, me preguntó si yo conocía a Sonia Paredes Soto; luego, si yo conocía a Walter Hinostroza Castro; luego, si yo conocía a Jorge Hidalgo Rosales. Contesté cada pregunta con la misma letanía: no, para nada. Ricardo Ayllón, me replicó cada respuesta con la misma expresión provocadora: es poeta… y es de Guadalupe. Es así como estos tres nuevos poetas guadalupanos hicieron su entrada en mi imaginario, en mi discurso. En ese preciso instante dejé de hacer lo que estaba haciendo y emocionado, conocedor del valor que tenía este hallazgo, empecé mi investigación. Y pude corroborar que Sonia Paredes, Jorge Hidalgo y Walter Hinostroza realmente habían nacido y/o credido en Guadalupe… Me parece incrible que tres nuevos poetas no advenedizos, que no existían en mi imaginario hasta que me los mencionó Ricardo Ayllón, de pronto adquirieran categoría de realidad. Y más, cuando ubiqué varios poemas de Sonia Paredes en la Internet. Y más, cuando llegaron a mis manos los poemarios de Jorge Hidalgo y de Walter Hinostroza, enviados por Ricardo Ayllón. Y más aún cuando los propios poetas me facilitaron sus textos inéditos, con emoción y desprendimiento, una vez enterados de mi proyecto: pude sentir el olor de la nostalgia añeja en sus palabras, por teléfono.

¿Y dónde habían estado Sonia Paredes, Jorge Hidalgo y Walter Hinostroza, que siendo (poetas) guadalupanos, jamás había oído de ellos?: En la Provincia del Santa (Chimbote), ahí había vivido por unos años Jorge Hidalgo, para luego asentarse definitivamente en Lima, donde actualmente reside. En la Provincia del Santa (Chimbote), ahí había vivido y ahí aún viven Sonia Paredes. En la Provincia del Santa (Coishco), ahí había vivido y aún vive Walter Hinostroza. La Provincia del Santa, resultó ser el nexo geográfico; de ahí la familiaridad de Ricardo Ayllón con los tres nuevos poetas guadalupanos; y más claro el nexo aún, si tenemos en cuenta que Ricardo Ayllón es un estudioso apasionado de la literatura de la Provincia del Santa y funge, además, como editor literario.

Todo hallazgo merece ser publicado. Y más éste, en particular, por tratarse de un hallazgo que no sólo (re)inserta de un porrazo tres nuevos poetas y sus obras a la breve tradición literaria de Guadalupe, sino porque además sus obras, para beneplácito de Guadalupe, gozan de buena salud literaria. Cuatro más, en este sentido, surge como el espacio textual por antonomasia.

De los tres poetas crecidos en Chimbote, Sonia Paredes representa un caso sui géneris, por una razón que rayaría en la anecdota: es la primera poeta de la historia literaria de Guadalupe. Este hecho posiblemente anecdótico cobra certera trascendencia porque siendo Sonia Paredes la primera poeta de Guadalupe –es decir, no habiendo tenido antecesoras locales de quien nutrirse–, es dueña una poesía madura, relajada y libre de ataduras morales. Por cierto, no es casualidad que la primera poeta de Guadalupe sea una mujer que se hizo mujer y poeta en la gran urbe. Y es muy probable que si no hubiera salido de Guadalupe, su poesía, en el peor de los casos, no hubiera florecido; y en el mejor, no hubiera logrado el registro que hoy tiene.

La literatura (y los literatos) padece(n) determinismo geográfico: la popularidad y/o fama de un autor y su obra, en general, decrecen a medida que uno se aleja del lugar donde el autor vive; o en forma inversa: la popularidad y/o fama de un autor y su obra, en general, crecen a medida que uno se acerca al lugar donde el autor vive. Esto en gran medida es así porque el autor se preocupa con mayor ahinco que su obra se conozca (al menos) dentro del espacio (geográfico y/o cultural) en el cual se asienta, en el cual transcurre su vida cotidiana. En otras palabras, el espacio residencial del autor se convierte de forma natural (aunque temporal, a veces) en su espacio literario. Esto explica porqué Sonia Paredes, Jorge Rosales y Water Hinostroza, quienes hicieron de La Provincia del Santa su hogar, hayan (o les hayan) dinfundido su obra mayormente en dicho espacio sin sentir (necesariamente) la necesidad (casi existencial) de que sus obras se conocieran en Guadalupe. La Provincia del Santa, actúa como el espacio geográfico común donde, por encargo del destino, se forjaron y maduraron tres poetas que de pronto hoy rapto, retrotraigo y reincorporo a la escena cultural guadalupana.

CUATRO

Sonia Paredes llega a Guadalupe con su voz madura, sencilla y veloz, rezumando un erotismo blanco, cantándole al (de)samor desde su piel de mujer (auto)liberada. Jorge Hidalgo llega, con su voz contundente y estilizada, cabalgando sobre versos largos, haciendo piruetas con la ciencia y la palabra. Walter Hinostroza llega, con su voz llana, sin pretensiones formales, (re)cargado de protesta social, de mar y de brisa, henchido de amor terrígeno. Miguel Angelats llega, con su voz segura, intacta y humilde que no es sino la voz del caído, que no es sino la voz del corazón fraterno, que no es sino la voz del hombre lanzada al infinito.

Aquí cuatro nuevas voces poéticas y proteicas (retro)traídas desde la diáspora con la firme esperanza de que no sólo amplíen, sino que, sobre todo, eleven el nivel literario de la breve tradición literaria de Guadalupe, y la enriquezcan. Cuatro más, cuatro más por si acaso.