Monday, October 17, 2011

Poeta, condición esporádica y fluctuante

Es lamentable ver cómo los libros que enseñan a atrapar poesía no enseñan más que intentar atraparla; resultan en un amague, en un frívolo recetario. Será que el poeta es más que un simple chef literario.

Desde siempre se ha discutido y puesto en tela de juicio de que si el poeta es un hombre común o si es un iluminado, pero no en la posibilidad de una mixtura; como tampoco en la posibilidad de que ser poeta sea sólo una condición temporal y no permanente como se le considera. Creo que no se ha puesto en tela de juicio, ni se ha cuestionado lo que denomino la temporalidad del poeta.

En términos generales el poeta transmite emociones, no sólo vivencias (situaciones vividas, individuales, intransferibles). Las emociones resultan tanto de situaciones reales como de situaciones inventadas (fingidas); personales, impersonales; divinas, paganas, etc. El trueque inofensivo de este par de palabras significa la exclusión o inclusión de varios tipos de poetas. Y en realidad decir que el poeta transmite emociones es demasiado ostentoso, el poeta con seguridad hace el intento, el amague; descubrir si tal intento resulta o no en un acierto es utópico, a no ser que se mire a través de lupas subjetivas.

El no adjetivar las emociones, pasaría de largo, indiferente; pero dado que aquel adjetivo, aparentemente superficial, engendra otro de los grandes dilemas respecto a la condición del poeta, no puedo darme ese lujo. Tratar de clasificar al poeta no es cosa nueva, ya sea respecto a la temática, al estilo, a la actitud frente a la vida, a la época, etc., de donde resultan poetas místicos, poetas simbólicos, poetas comprometidos, poetas modernistas, etc. La actitud del poeta frente a la vida, a diferencia de otras consideraciones, no permite ser reducida a simple motivo de parcelación didáctica; no acepta tan dócilmente no ser inherente a la poesía misma. De ella depende que se tilde a los poetas de malditos o místicos, comprometidos o puros, etc.; el valor que adquieran estos adjetivos depende de qué lado se miren (comprometido en boca de poeta puro, así como puro en boca de poeta comprometido, adquieren valores negativos). Entonces flota la pregunta: ¿quién es poeta, el que materializa emociones reales, inventadas, divinas, paganas, etc. ¿Quién?? (La temporalidad del poeta no aboga por ninguna, pero tampoco las niega). Pues de las emociones divinas nace el poeta místico; de las inventadas, el poeta fabulador; de las personales el poeta testimonial; etc. La adjetivación de las emociones acepta, sin contradicciones, el amplio abanico de poetas existentes, en cada momento. La temporalidad poética explica, de modo natural, por qué en un mismo poema, el poeta podría potencialmente plasmar todo su espectro de emociones. Y también explica por qué el adjetivo de las emociones, en términos generales, resulta fluctuante, esporádico.

La temporalidad del poeta hermana a la sensibilidad y al ingenio, reñidos para algunos. El momento catártico es dominado por la sensibilidad del poeta, la sensibilidad se impone y sobrepone al ingenio sin negarlo; fuera de este momento, los roles simplemente se invierten.

Si el poeta nace o se hace, a estas alturas, carece de sentido. Tanto la sensibilidad como el ingenio no se heredan; ambos se perfilan, fluctúan, definen, en el transcurso mismo de la vida y de la atmósfera cultural.

La condición del que funge de poeta fluctúa entre ser realmente poeta y el no serlo. Es decir, si le preguntasen, ¿eres poeta?, a lo más debería responder, sin temor a caer en poses egocéntricas: no, no soy poeta; probablemente lo fui mientras escribía mi último verso. Y es que, concluido el poema, el acto de creación se desvanece, y el poeta desaparece de la escena. El poeta no existe si no cuando crea y/o recrea el poema, cuando pare poesía, único vestigio tangible que registra ese breve ataque catártico y/o de oficio creativo. Ser poeta es una condición esporádica, fugaz, momentánea, tanto como lo sea el acto creativo, por lo que llamarse poeta en términos absolutos, independientemente del momento creativo, no es más que un alarde del ego.