
Los sencillos balnearios de la "Barranca", "Playa Chica", "Las Cruces", "La Bocana", con sus arenas y aguas limpias, soleadas, a no más de una hora del pueblo, en verano se vuelven corazones de esparcimiento y regocijo para niños y adultos, foráneos y lugareños. Los sitios arqueológicos de "Pakatnamú", "Farfán", "Caracoles", "Singán”, mudamente atestiguan la historia prehispánica. “Omnep”, “Anlape”, guardan la historia del sincretismo cultural acaecido tras la llegada de los españoles. "El Cerrito de la Virgen", "El Complejo Arquitectónico de San Agustín", "La Feria y Romería de la Virgen de Guadalupe", testimonian la arraigada tradición religiosa. "El Arco", "El Mausoleo, El Monumento y La Casa de los Albújar", testimonian el ejemplar acto heroico practicado por dos jóvenes guadalupanos, y uno jequetepecano, durante la guerra del pacífico; y el descomunal desfile, en honor a éstos, que se realiza todos los 28 de octubre, dan cuenta del fervor patriótico guadalupano. Las casonas coloniales, hablan del arte arquitectónico que nos legaron los españoles. "Las Vacas Locas", "La Quema de Troncos", "Los Mamarrachos", "Las Viudas", "Los Pastores", "Los Nacimientos", son expresiones tradicionales de fin de año.
Guadalupe, clavado en el corazón del valle del Jequetepeque, yace rodeado de fértiles campos de sembrío, donde se cosecha uno de los mejores arroces del Perú; en estos campos se yerguen, cual lunares, los asentamientos humanos como Semán, La Calera, Limoncarro... los mismos que le inyectan vida y dinamismo. Su clima variado y exquisito, es regulado por la hilera de cerros que se levanta majestuosamente entre él y el océano pacífico.
Si bien se ha vuelto tradicional llamarle "La Cuatricentenaria Ciudad de Guadalupe", en clara alusión a su fundación y ascendencia española. Es necesario aclarar a las nuevas generaciones que la fundación española no creó, ni inventó al hombre guadalupano; el vivía aquí desde hace milenios arropado con sus propias tradiciones y costumbres como una comunidad de indios. Ella fue un "acto de creación formal" de un pueblo preexistente, ante la "corona española". Esta "nueva" comunidad de indios, junto con los Padres Agustinos, es el que se asentaría en Anlape, en las faldas del cerro Namul, y constituirían lo que hoy se le conoce como "el viejo Guadalupe". Es en memoria y tributo, a estos abuelos prehispánicos víctimas del olvido de sus propios nietos, que yo aquí cariñosamente exclamo: "Guadalupe, tierra milenaria".
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