Monday, August 04, 2008

La mancha en la foto

Un cuento de Víctor Gómez

Desde la cima del barranco se observa la gran bahía de Pacasmayo; recreas la vista bajando la mirada por el acantilado y ves como las olas espumosas y blancas cubren las piedras, luego algunas crestas quedan sobre ellas cuando el mar se recoge. En este otrora puerto, donde barcos con banderas de lejanos países encallaban cerca de su viejo muelle, se produjeron algunas historias que la mente mía ha retenido y las ha amontonado en un historial, el cual poco a poco iré mostrando, conforme me lo permitan quienes tengan la gentileza de atenderme.
Algunos pacasmayinos recordarán que en los años ochentas sucedió una historia casi parecida a la siguiente:

El taxi se detuvo frente a la puerta del palacio municipal, un hombre de lentes blancos, menudo, y con aire de profesional se bajó e ingresó al edificio. Al poco rato desde la oficina del alcalde se escuchaban risas y aplausos, uno a uno fueron llegando los regidores. Los funcionarios habían sido concentrados mucho antes.

Como sucede en todo pueblo la noticia sobre la llegada de aquel personaje salió de las esferas municipales e inundó todos los barrios: “Es un ingeniero de la Wellco Inc. ha venido por que unos norteamericanos han encontrado petróleo frente al mar de Pacasmayo y va a haber bastante trabajo”: Con ciertas variantes ese era el tema central comentado por los porteños. A partir de ese momento empezaron a hacerse múltiples conjeturas: “Que la lancha de don Lucho trajo una vez pescados que sabían a kerosene, que en el verano pasado se vio una mancha negra que se desplazaba mar afuera y que, a lo mejor, los dolores de barriga de doña Sofía se debían a que los pescados tenían petróleo, que…”, los comentarios en ese sentido eran interminables y de los más variados.

La Plaza de Armas de Pacasmayo debe ser la más pequeña del mundo, esto no es óbice para que allí coincidan personas de todos los estratos sociales; se escuchaba a la tamalera con su grito peculiar, sordinas de heladeros, agricultores ingresando a las oficinas bancarias, lustrabotas, mujeres que de paso hacia el mercado comentaban las telenovelas; y otros personajes del diario acontecer. Todos ellos indiferentes a los gorriones que hacían cabriolas entre las cornisas de las viejas casonas.
Sentados al rededor de una de las mesas del Hotel Perú, (aquel edificio decimonónico ubicado junto al palacio municipal, cuyos balcones pasaron a la historia por que desde ellos Haya de la Torre pronunció encendidos discursos), estaban el alcalde Ravello, el teniente alcalde Zavala y el ingeniero Garcés; éste último era el portador de la noticia de aquella mañana. Ahora también se sabía que la Wellco Inc. iba a montar un campamento de exploración junto al viejo faro y que necesitaba de todo el apoyo de las autoridades para cumplir el cometido que la importante compañía había encomendado a Garcés. A los tres se les notaba sumamente agotados; por eso la espumante cerveza desaparecía de los vasos inmediatamente que Zavala la servía. No era para menos, habían tenido un prolijo trajín: Fueron donde el gobernador con la finalidad de que se comunicara con el comisario y lo citara a una reunión en donde el ingeniero Garcés le dijo que iba a necesitar de muchos policías, aún fuera de su servicio, sería un trabajo extra para ellos; la maquinaria necesitaba mucha vigilancia sin importar que Pacasmayo fuera un lugar tranquilo; “los ladrones siguen a estos campamentos y luego los limpian”, había dicho el funcionario de la empresa de exploración; posterior a esa reunión se dirigieron a la Fábrica de Cemento, ahora serían dos las empresas importantes en la ciudad y tendrían que llevar excelentes relaciones, se tomaron unos tragos con el gerente y pasaron a hablar con el Secretario General del partido que catapultó a Ravello como alcalde; el dirigente político tendría la misión de colocar una pizarra solicitando ochocientas personas menores de cuarenta años para que laboren como obreros o empleados, según el grado de preparación que tuvieran, y por supuesto cuidando que pertenezcan al partido: “Si usted se está portando tan bien conmigo alcalde lo justo es que ayude a su gente para que vaya por la reelección, además yo también soy del partido, sólo que los gringos no nos dejan identificarnos, si lo hacemos nos sacan del trabajo”, fueron las palabras del ya ilustre visitante. Antes de llegar al Hotel Perú también pasaron por el Párroco solicitándole que les haga ver a los fieles en la misa dominical lo buena que era esta noticia y sobretodo que agradecieran a Dios por la bendición.

“Otro sol es el sol de Pacasmayo”, frase de González Viaña que se reafirma cuando se siente la incandescencia de la melena de Febo recalentando la madera de los voladizos. Es ese sol abrasador el gran amigo de quienes expenden cerveza, que por tradición el porteño, garganta árida, liba en extremo helada; esta tradición baca es asimilada de inmediato por los visitantes, pues además del sol, y sin saberse por qué, la cerveza del Hotel Perú era como para crear la frase: “¡Qué tal cerveza es la cerveza en Pacasmayo!”
Garcés bebió hasta la espuma de la cerveza, bajó el vaso y le pidió al alcalde que lo esperara un momento, iría al banco a recoger el giro que le enviaban para hospedaje y otros gastos y volvería para seguir organizando la espera de la maquinaria que en dos días llegaría. El ingeniero cruzó la plaza y penetró en la agencia bancaria, mientras, Ravello y Zavala conversaban y libaban cerveza con verdadera algarabía. Zavala le confesó al alcalde que traería a su hijo de la selva para que trabaje en la Wellco Inc., no era posible que se esté matando por una miseria; el alcalde le respondió que estaba muy bien pensado y que él también sacaría a su mujer del Ministerio y la colocaría de secretaria, no se podía comparar un sueldo de una transnacional con el “paguito” de empleado público. En lo que estaban charlando se les acercó el loco Víctor Saúl y le dijo al alcalde que había ido al partido a anotarse para trabajar en la Wellco Inc. y le dijeron que por tener cuarenta y ocho años no podía ser tomado en cuenta, el loco le enrostró a Ravello todo el apoyo que prestó en la campaña para que llegara a ser alcalde y lamentó haber sido fiel y leal a su partido para que ahora lo desprecien por viejo, y se puso a llorar, el alcalde lo calmó prometiéndole conversar con Garcés, el loco se tranquilizó y se fue. Zavala le manifestó a Ravello que no iba a molestar al ingeniero “por una huevada de esas, ¡Sí le iban a pedir favores mucho más importantes!”. Ravello guiñó un ojo, miró a Zavala e hizo un ademán con la mano demostrando desdén por lo que él mismo le prometiera al quejoso. Llegó Garcés, jaló la silla y se sentó con el rostro desencajado, se notaba sumamente preocupado, sus acompañantes le preguntaron el por qué de su estado; el interrogado les contó que no llegaba el giro, que llamó a la Wellco Inc. y le dijeron que hay reunión de directorio urgente por un problema de levantamiento de personal en la selva, la reunión tendría para rato y sería imposible que le giren el dinero. ¡Estos gringos de mierda!, espetó, al tiempo que tiraba el fotosheck sobre la mesa, Zavala se quedó mirando la foto de Garcés, tenía una mancha negra y no se notaba si era él o no, Garcés se dio cuenta que el Teniente Alcalde estaba sorprendido del detalle y sin inmutarse le explicó que en el Hotel de Turistas de Chiclayo le cayó al fotosheck un poco de café muy caliente, por ello la mancha oscura, y prosiguió lamentándose por lo del giro, Zavala repuso que de qué se preocupaba tanto, ya eran las cuatro de la tarde y ellos hablarían con el dueño del hotel, lo garantizarían para que le sirva su cena y le den la mejor habitación, él cancelaría al día siguiente y punto. Garcés les expuso otro problema, tenía que enviar un dinero para la universidad de su hija, debía ser ahora mismo, además estaban trayendo su auto osmobile y su esposa también esperaba que le gire para el flete; pues con el giro no solo venía el dinero para los gastos operativos sino su sueldo del mes que terminaba, él ya no tenía recursos por que con la finalidad de avanzar cuanto antes hizo muchos gastos; expresó un caray muy lastimero y se bebió otro poco de cerveza, hubo un instante de silencio, el Alcalde le puso la mano sobre el hombro al tiempo que le preguntó cuánto necesitaba, Garcés levantó la vista, sonrío, para decirle con voz agradecida que de ninguna manera aceptaría ese sacrificio, llamaría a su hermano y le solicitaría que le preste el dinero, no había problema, mejor proporcióneme el teléfono de su oficina para comunicarme con Tumbes, el alcalde aceptó, salieron, llegaron a la municipalidad, Garcés, en un papelito, copió el número alcanzándoselo al alcalde, por favor pregunte por el señor Paúl Garcés y luego me pasa, indicó el ingeniero, el alcalde marcó, preguntó por la persona indicada y le dijeron que por la mañana salió de emergencia para Colombia. La cara de Garcés se desencajó aún más, tomó el papelito que contenía el número telefónico y luego de doblarlo lo metió en el bolsillo de su camisa; Ravello insistió en que ellos lo podían ayudar, que diga cuánto necesitaba, el ingeniero los miró con gesto de profundo agradecimiento y masculló muy bajito la cantidad, eran cinco mil soles, Zavala carraspeó, Ravello en cambio solo hizo un ejem y le dijo a su secretaria que llamara al tesorero, éste llegó, fue Zavala el que le explicó al funcionario para qué lo habían hecho llamar, el tesorero puso como condición que el Alcalde le firmara un vale y luego, cuando el ingeniero devuelva la plata, lo canjearía. Pasado un momento el tesorero estaba entregándole el dinero a Garcés y Ravello firmaba el vale. Ya con el dinero en la mano el favorecido les pidió permiso para ir a efectuar el depósito que recogería su esposa. En la oficina, donde los ediles se quedaron sumamente satisfechos, Zavala le dijo a Ravello que ese servicio el ingeniero nunca lo olvidaría, ¡Cómo lo iba a olvidar!, replicó el Alcalde. Garcés volvió, le solicitó a Ravello que marque un número y que preguntara por la señora de Garcés, hecha la llamada una fina voz respondió, el burgomaestre preguntó por la señora Garcés, voz del otro lado del hilo dijo yo soy, entonces el munícipe le pasó el fono al ingeniero. Fue una conversación clásica del marido que da órdenes, le habló del depósito y que hiciera las cosas como corresponden. Se despidió cálidamente y colgó. Garcés hizo saber a sus amigos que estaba muy cansado y hambriento, ellos insistieron en acompañarlo al hotel, el Alcalde, en un gesto de buen anfitrión, le dijo que la municipalidad pagaría el hospedaje y la alimentación de los dos días que estaría en Pacasmayo. No faltaba más, si se hacían gastos inútiles, menos sería para un acontecimiento tan importante como la llegada de la Wellco Inc. que traería trabajo para la gente y por ende desarrollo y progreso. Los tres cenaron lenguado al ajo y bebieron una botella de buen vino, llamaron a don Jorge, el dueño del Hotel Perú, y le recomendaron que le diera la mejor habitación al ilustre huésped que estaba trayendo el progreso a la ciudad, con televisor a color y todo lo demás, don Jorge se excusó explicando que televisor solo había en el comedor pero que, en cuanto se fueran a dormir todos los pasajeros, lo subiría al dormitorio del ingeniero, no puedo hacer más sentenció. Garcés dijo que estaba bien por que él antes leía y se recostaba nomás, recién dormía a la una o dos de la mañana. Previo a las buenas noches, Zavala, con gesto pícaro, le insinuó al ingeniero si no deseaba ir al “cerrito”, ¡Nooo, que va!, respondió Garcés, mañana sería un día de mucho trabajo, a lo mejor antes de volver a Lima, cuando lo tenga todo listo, complementó el ingeniero. Se despidieron y caminando juntos Ravello y Zavala no paraban de alabar lo caballero que era el ingeniero Garcés y lo bien que ellos habían quedado haciéndole tremendo favor.

Fuertes golpes en la puerta despertaron al alcalde Ravello, eran como la una de la mañana, encendió la luz del callejón de su casa, y preguntó que quién tocaba, reconoció la voz de Zavala, éste le pedía que abriera, la voz denotaba urgencia. Al abrir el alcalde se sorprendió de ver a Garcés junto a Zavala, qué pasa inquirió, Zavala le manifestó que el ingeniero lo fue a ver por que llamaron al hotel los gringos y que pedían que se envíen ocho trailers a Salaverry por que la maquinaria llegaría a las ocho de la mañana. Así que Garcés debería salir para Salaverry urgente, ya ya. ¿Y? preguntó el alcalde, ¿Y? que no hay plata para los traileres pues alcalde, expresó Zavala. Pero, por qué no le dijo a los gringos que mandaran el giro temprano y se les paga cuando estén acá. Garcés sereno interrumpió el dialogo, explicó que los gringos no son como los peruanos, ellos piden y hay que darles resultados si les pones peros se van con su música a otra parte y punto. Sí, eso es cierto asintió Ravello, vamos a ver al tesorero, y, de cuánto hablamos, cuestionó el Alcalde, quince mil, respondió Garcés sin inmutarse. Llegaron a la casa del tesorero, una jauría de perros ladraba incesantemente detrás de la puerta, se abrió la ventanita de la puerta, una mujer saludó al Jefe del Ayuntamiento, y luego grito Calíiinn es el señor alcalde; cubierto con una pijama que parecía hecha con tela de cortinas el tesorero llegó hasta los visitantes, los hizo pasar a la sala y después de escuchar, movió la cabeza para explicarle a Ravello que si le hubiera dicho de esto él no hubiera puesto la plata en la cuenta del banco, había hecho esa operación por la tarde; después que entregara la plata al ingeniero, en la caja fuerte solo quedaban tres mil soles para combustible y otros gastos menores. Luego del manifiesto del tesorero se hizo un silencio hasta que Garcés, con cara de haber inventado algo expresó que él, de lo que le prestaron todavía tenía dos mil soles, que es lo que me van a girar como sueldo, más tres mil del tesorero, son cinco mil, con eso les doy un adelanto del contrato a los trailers en Trujillo, luego regreso, cobro el giro de la Wellco Inc. les devuelvo el dinero a ustedes, doy el saldo de los traileres y punto, por que sin un adelanto los traileres no me van a querer servir. A todo lo que dijo el ingeniero los municipales parecieron decir con sus miradas ¡eureka!.
Era raro ver a cuatro personas caminando a esa hora por el centro de la ciudad, algunos borrachos reconocían a las autoridades y les gritaban groserías contenidas cuando estaban en su sano juicio, pero ellos iban sumamente preocupados en sus gestiones como para detenerse a responder. Llegaron a la municipalidad, el tesorero entregó los tres mil soles e hizo firmar otro vale al Alcalde, luego se marchó. Garcés, con el dinero en el bolsillo, se despidió de Ravello y Zavala, debo salir a las cuatro de la mañana y me quedan sólo dos horas para dormir, Ravello dijo entenderlo, a qué hora nos veremos le preguntó luego; yo considero que estaré acá al mediodía, respondió el interrogado, Garcés estrelló los nudillos contra la mampara, el cuartelero le abrió y el ingeniero se perdió subiendo por la vieja escalera de madera.

Apostado en uno de los sofás de verano que había en su casa, Lelys Ravello, el Alcalde de Pacasmayo, enfundado en una gran toalla bebía un jugo de naranja y se disponía a leer los periódicos, la dulce voz de la bella Gladys, esposa del burgomaestre, se escuchó como si fuera un tímido canario, Lelyyyss amor, te busca el Señor Comisario, está en la salaaa; Ravello salió, estrechó la mano del policía, quien acababa de acomodarse el kepí bajo el brazo; el anfitrión lo invitó a sentarse. Señor Alcalde tengo una preocupación muy grande respecto al ingeniero Garcés, empezó diciendo el comisario, y continuó, la verdad es que he recibido un identikit de Chiclayo quéee … sacó una hoja de un fólder y se la alcanzó al acalde, éste la tomó, observó la imagen con cuidado para exhalar un Dios mío profundo, sentido. Ese hombre, señor Alcalde, ha estafado a una comunidad en Piura y a un empresario deportivo en Chiclayo, de la región me han dicho que alertemos a las autoridades por que es muy sagaz; el comisario al ver la palidez del Alcalde interrumpió su hablar; Ravello muy bajito pero admirado decía ¡Carajo es él, es igualiiito!. La autoridad municipal se sacudió del marasmo, le dijo al Comisario que lo esperara y en muy poco tiempo ya estaba ganando la calle invitando al visitante para que lo siga. Tomó la calle 2 de mayo, llegó a Junín y al voltear se tropezó con don Jorge, el dueño del Hotel Perú, al verlo, de inmediato le contó que el ingeniero Garcés se había llevado el televisor a colores. ¡Puta madre, ya nos cagaron! Bufó Ravello, empujó levemente al anciano y siguió por Junín, volteó por Manco Cápac, ingresó a la municipalidad, ya en su oficina casi le ordenó al Comisario que se comunicara con sus superiores y les dijera que el sujeto pudo haber huido a partir de las dos de la mañana. En esos instantes Zavala ingresaba a la oficina; oye Lelys no crees que debemos tomar muchas fotografías del momento de la llegada de las maquinarias, puede servir para la campaña, el tono del Teniente Alcalde era reposado y denotaba sobriedad. ¡Calla cojudo, nos han jodido! ¡Ese huevón de Garcés es un estafador! ¡Puta madre, enséñele el identikit Comisario!, Zavala tomó el papel e hizo la misma expresión que el Alcalde cuando recién lo vio, ¡Mira Zavala, mira a ese huevón lo buscan!, totalmente fuera de si Ravello se paseaba de un lado a otro, parecía un león enjaulado, disminuyó la fuerza de la voz, como tragándose la mitad de cólera, y agregó, ¡Carajo, he firmado dos vales que suman ocho mil soles, he visitado a gente importante como un estúpido! ¡A la mierda reelección! El Comisario se despidió amablemente, Señor Alcalde debo ir a comunicarme desde la jefatura, esto también me afecta, el tipo me visitó y se paseó por el pueblo en mis narices. Al quedarse solos Zavala le dijo a Ravello que no era posible, se veía un tipo educado, y las llamadas telefónicas, tú mismo llamaste Lelys; si pues, pero estos pendejos se las saben todas, respondió Ravello, todas se la saben, sino por qué crees que se llevó los papelitos con los números, estamos cagados Zavala, tenemos que devolver ese dinero o tienes que ayudarme a camuflarlo, vamos a tener que ser bien hombres para comernos la burla del pueblo. ¡Por qué no seguiste dudando de la mancha en la foto, carajo? ¡Allí estaba la salvación!

A las tres de la tarde cuando se sabía del fiasco que había sufrido el pueblo y la pizarra del partido ya había sido bajada; el director del único tabloide cuadraba los linotipos para escribir el tremendo titular de ESTAFARON AL ALCALDE Y TODAS LAS AUTORIDADES, a esa misma hora lo sucedido empezaba a deformarse gracias al ingenio popular, cuando ya se comenzaban a inventar historias sobre la base de sospechas como “que el alcalde se buscó un cómplice para tirarse cien mil soles”, justo a esa hora, Lelys Ravello y Zavala tenían cada uno una mujer sentada en sus piernas, la música del “cerrito” era triste a solicitud de los célebres visitantes; estaban olvidando sus penas cuando un borracho le gritó a Ravello ¡Socio de la Wellco! y complementó ¿Wellco? ¡Vel cojudazo en lo que quedó!. Ravello levantó la mirada sonrío, le dio un palmazo a la mujer que lo acompañaba y con suavidad la condujo hacia los cuartos del corralón, entre luces de colores se perdieron mientras Zavala bailaba “La cama vacía” cantada por Alci Acosta.

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Sobre el autor:
Víctor Andrés Gómez Ruiz (Diciembre, 12 de 1964). En estos últimos tiempos el escritor ha venido desarrollando una activa vida literaria. Ha logrado poner su inspiración al servicio de todos mediante diarios y revistas en los cuales pone de manifiesto básicamente el amor por el terruño que lo vio nacer, Pacasmayo. Víctor Gómez ha expresado siempre que escribir sobre Pacasmayo, su hermosa bahía, arquitectura, costumbres, gastronomía; sobre las originalidades de su gente; representa para él su trinchera de lucha por la reivindicación de una ciudad que tiene mucho que ofrecer. Es constante su predica por lograr que los niños y jóvenes sepan cada vez más de la ciudad que los vio nacer y los alberga, por ello permanentemente se le aprecia participando de las actividades culturales que tengan que ver con la identificación pacasmayina, en razón de lo explicado los cuentos que ahora nos ofrece se ubican teniendo siempre como fondo el mar y como escenario el barrio, ese espacio vivencial que los que aman a su pueblo se resisten a omitir en cada una de sus entregas literarias.La Universidad César Vallejo desea éxitos a nuestro querido Vagopoeta, un deseo que pensamos es más un merecimiento

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