Saturday, November 09, 2013

Sobre la humildad y su discurso solapado

La humildad en tiempos de competencia o X vs Y

Si X ,Y son competencia,  es natural que a  X  le incomode (le indigne, no le convenga…) el que Y   reconozca sus propios logros y virtudes.

Si X ,Y son competencia,  es natural que a  X  le incomode (le indigne, no le convenga…) el que los demás reconozcan los logros y virtudes de Y.

Si X ,Y son competencia, es natural que a X le incomode (le indigne, no le convenga…) reconocer los logros y/o virtudes de Y. 

Por tanto:

Si X ,Y son competencia,  es natural que X en su “sano juicio”, por aquello de ganar,  haga hasta lo imposible por invisibilizar los logros y/o virtudes de Y; y por supuesto, súper visibilizar los suyos. Sólo un X loco, en una atmósfera de competencia, se dedicaría a visibilizar  (y alegraría con) los logros y/o virtudes de Y. En una atmósfera de competencia, a X los logros y/o virtudes de Y, le son una traba.  

¿Cómo sistematiza  X la invisibilidad de los logros y/o virtudes de Y, que son  poco o nada convenientes, por cierto? De un único modo: echando mano de la humildad. Y es que: ¡X le exige a Y, humildad!  ¡X le exige a Y que silencie sus propios logros y virtudes!  Le recuerda: si tú mismo hablas de tus logros  y/o virtudes eres un soberbio, pedante, vanidoso... Como Y ha crecido, desde siempre, oyendo: el  humilde no debe reconocer sus logros y/o virtudes, y menos aún, hacerlos público; y debe esperar sentado a que “los otros” (¡entre ellos su competencia!) se apiaden y animen a reconocerle sus logros y/o  virtudes, primero.  

La otra razón para que a X le incomode, le indigne, le duela, no le convenga el que Y auto reconozca sus logros y/o virtudes, es que X  o no tiene logros y/o virtudes, o no tiene los logros y/o virtudes  que tiene Y, o bien los tiene, pero es consciente de que son inferiores.  Entonces la reacción de X (su dolor, indignación….) nada tiene que ver con la humildad, sino  con la negra envidia. X envidia los logros y/o virtudes de Y, los procura con ahínco, punto.    

El dilema persiste: ¿Y es soberbio o X es envidioso?


La humildad en tiempos de coopetencia o  X–Y vs Z

Supongamos que X e Y actúan en una atmósfera de coopetencia:

X,  Y son competencia, pero actúan en cooperación mutua porque saben que ambos podrían salir ganando (ambos podrían  disfrutar el premio). 

Este escenario es posible sólo si:

1) El “premio” deja de ser monolítico, excluyente, tal como lo es en una competencia pura (donde el permio o bien se lo lleva o X o bien se lo lleva Y, no hay punto medio). El premio ahora puede ser compartido (repartido) entre X e Y, equitativamente.

2) X, Y se unen (cooperan) estratégicamente para competir contra  Z.  Lo que significa que X–Y, como un todo, en realidad es competencia de Z.  Es como si ante la presencia de Z,   X e Y se dieran una tregua, dejan de ser competencia mutua.

De (1) y  (2) notamos que: La coopetencia entre X e Y en realidad no es más que competencia entre X–Y  e  Z

De aquí que:

a) Como X, Y  no son competencia entre sí,  les convenga (y no les indigne, no les duela…) reconocer mutuamente sus logros y/o virtudes y  sumarlos para competir contra Z, su real y común competencia. 

b)  X–Y, como equipo, como un todo, trate por todos los medios de invisibilizar  (pues le duele, de indigna, no le conviene….) los logros y/o virtudes de Z, su real competencia real.

Finalmente, podría decirse que:

Coopetencia es el proceso en el cual  X e Y dejan de ser competencia entre sí, para pasar a ser competencia de Z.

La competencia (in)sana

Considero que no deberían ser las ganas de “ganarle al otro” el motor que a uno lleve a crecer y alcanzar el éxito. El motor, debería  ser, simplemente, las ganas ubérrimas de “ganarle a uno mismo”.   

Por definición, para competir se necesitan dos; por lo tanto, la expresión  “ganarle al otro” (competencia) es una expresión literal; mientras que  “ganarle a uno mismo”, es figurada.

¿Por qué no privilegio “el ganarle al otro” en vez de “el ganarle a uno mismo”? Por una simple razón: el “ganarle al otro” (competencia) obedece a una motivación extrínseca; mientras que el “ganarle a uno mismo” (no competencia) obedece a una motivación intrínseca. Y he ahí mi reparo de fondo hacia la competencia: el afán (imperativo) de ganarle al otro (casi) inhibe en el hombre su lado luminoso y desinhibe su lado oscuro. Por lo que ganarle al otro (casi) nunca es el resultado de una práctica sana. Desde esta lógica, la competencia sana (casi) no existe.

¿Es posible ganarle al otro sin hacerle daño? La respuesta sería afirmativa, sólo si fuera posible ser indiferente o feliz ante el fracaso personal. Pero sucede que ante el fracaso personal, a lo menos uno es indiferente; pero feliz, jamás de los jamaces.

El “casi” trazado líneas arriba me salva, por breves momentos, de la incredulidad y desesperanza absolutas.


La redefinición de la humildad  y del  humilde o su liberación necesaria

 “La humildad es el auto reconocimiento de logros y/o virtudes en su exacta medida”


“El humilde reconoce sus logros y/o virtudes sin caer en exageraciones”

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