Siempre me pregunto lo mismo: ¿para qué traje tanta música peruana, si no puedo ni oírla? Me provoca oír, un domingo, como es hoy, por ejemplo, un waynito, pero no me atrevo por que sé muy bien lo que me espera. Sucede que la música y las imágenes (aromas, sabores y sensaciones), de cada retorno a la patria, se han ido grabando en mi memoria en pista paralelas, donde a cada trozo de imágenes le corresponde cierta trozo de música (de aroma, de sabor, de sensación). Por eso será que cuando escucho alguna canción, ya lejos del terruño, ésta funge de detonante, e inmediatamente echa a correr en paralelo las imágenes (aromas, olores, sensaciones) que reposan en mi memoria. Por eso será que se me viene el Perú completo encima. Por eso será que las veces que hago el intento de escuchar el arsenal de música, que traigo desde tan lejos, desisto: pues la nostalgia pronto me invade. Y por eso será, quizá, que sólo soy capaz de escuchar un waynito cuando me reúno con otros peruanos: será, quizá, que la pena se reparte.
Hoy es domingo, y debo hacer silencio.
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